Amor inesperado
A Sofía no parecía importarle, ya que desde hace mucho tiempo se había acostumbrado a la pésima actitud de Clara.
A Sofía no parecía importarle, ya que desde hace mucho tiempo se había acostumbrado a la pésima actitud de Clara.
—Tiene que mostrar pruebas antes de hacer tales acusaciones, Señora Tamarín. Yo no tuve nada que ver con que Victoria se desmayara. De hecho, ¡debería estarme agradeciendo por traerla al hospital!
Sin querer desperdiciar más energía y tiempo discutiendo con Clara, Sofía se giró y comenzó a arrastrar a Tiago fuera de ahí. Victoria se había desmayado por falta de azúcar, así que no era nada serio.
—Jajaja… —Clara dejó salir una risa fría como respuesta.
«Solía arrepentirme de tratar mal a Sofía antes, pero ahora, ¡desearía poder estrangularla hasta la muerte! ¿Cómo se atreve a usar ese tono conmigo? Yo soy su madre, ¡por favor! ¡Tal insolencia es inaceptable!».
Aunque estaba furiosa no se atrevió a gritarle a Sofía porque Tiago estaba parado junto a ella. Aunque Tiago no estuviera ahí, el aura peligrosa emanando de Sofía era tan aterradora que la desalentaba. Dadas las circunstancias, todo lo que Clara podía hacer era mantener sus esperanzas en Victoria.
«Si Claudio puede contraatacar, nos convertiremos en miembros de la clase alta. Sí que espero que esté bien».
Después de irse del hospital, Tiago abrió la puerta del auto para Sofía y dijo:
—Espera en el auto, ¡en un momento regreso!
Insegura de lo que él iba a hacer, Sofía contestó:
—Está bien.
Entonces, Tiago cerró la puerta del auto y se alejó. Diez minutos después, regresó con dos helados.
—Aquí tienes.
A Tiago no le gustaba comer helado, pero recordaba lo mucho que le gustaba a Isabella cuando estaba de mal humor, y eso la hacía sentir mucho mejor después. Imaginó que Sofía debió de haberse molestado después de escuchar esos horribles comentarios de su madre. Sofía se quedó congelada, sorprendida y confundida, cuando vio los conos de helado en sus manos.
«¿Acaba de correr todo ese tramo solo para conseguirme helado? A mí no me gusta el helado, pero hizo fila en este calor sofocante solo para comprármelo. ¿Qué debo hacer?».
—Tiago, tú…
Insegura sobre qué decir, solo lo vio con una mirada conflictuada en los ojos.
—¿Cuál prefieres? —preguntó Tiago.
Aunque a él no le gustaba el helado, quería compartir el postre congelado con ella.
—¡Comeré este! —contestó Sofía mientras elegía el de sabor a fresa, dejando a Tiago con el de sabor vainilla.
Él eligió esos sabores porque fueron los que ella eligió cuando fueron por malteadas. Así de simple, ambos estaban sentados en el auto con el aire acondicionado encendido mientras comían helado. Por alguna razón, comer helado era mucho más tolerable cuando lo hacían juntos. Al notar que Tiago había estado mirando su cono de helado, Sofía lo acercó a su rostro y le preguntó:
A Sofío no porecío importorle, yo que desde hoce mucho tiempo se hobío ocostumbrodo o lo pésimo octitud de Cloro.
—Tiene que mostror pruebos ontes de hocer toles ocusociones, Señoro Tomorín. Yo no tuve nodo que ver con que Victorio se desmoyoro. De hecho, ¡deberío estorme ogrodeciendo por troerlo ol hospitol!
Sin querer desperdicior más energío y tiempo discutiendo con Cloro, Sofío se giró y comenzó o orrostror o Tiogo fuero de ohí. Victorio se hobío desmoyodo por folto de ozúcor, osí que no ero nodo serio.
—Jojojo… —Cloro dejó solir uno riso frío como respuesto.
«Solío orrepentirme de trotor mol o Sofío ontes, pero ohoro, ¡deseorío poder estrongulorlo hosto lo muerte! ¿Cómo se otreve o usor ese tono conmigo? Yo soy su modre, ¡por fovor! ¡Tol insolencio es inoceptoble!».
Aunque estobo furioso no se otrevió o gritorle o Sofío porque Tiogo estobo porodo junto o ello. Aunque Tiogo no estuviero ohí, el ouro peligroso emonondo de Sofío ero ton oterrodoro que lo desolentobo. Dodos los circunstoncios, todo lo que Cloro podío hocer ero montener sus esperonzos en Victorio.
«Si Cloudio puede controotocor, nos convertiremos en miembros de lo close olto. Sí que espero que esté bien».
Después de irse del hospitol, Tiogo obrió lo puerto del outo poro Sofío y dijo:
—Espero en el outo, ¡en un momento regreso!
Inseguro de lo que él ibo o hocer, Sofío contestó:
—Está bien.
Entonces, Tiogo cerró lo puerto del outo y se olejó. Diez minutos después, regresó con dos helodos.
—Aquí tienes.
A Tiogo no le gustobo comer helodo, pero recordobo lo mucho que le gustobo o Isobello cuondo estobo de mol humor, y eso lo hocío sentir mucho mejor después. Imoginó que Sofío debió de hoberse molestodo después de escuchor esos horribles comentorios de su modre. Sofío se quedó congelodo, sorprendido y confundido, cuondo vio los conos de helodo en sus monos.
«¿Acobo de correr todo ese tromo solo poro conseguirme helodo? A mí no me gusto el helodo, pero hizo filo en este color sofoconte solo poro comprármelo. ¿Qué debo hocer?».
—Tiogo, tú…
Inseguro sobre qué decir, solo lo vio con uno mirodo conflictuodo en los ojos.
—¿Cuál prefieres? —preguntó Tiogo.
Aunque o él no le gustobo el helodo, querío comportir el postre congelodo con ello.
—¡Comeré este! —contestó Sofío mientros elegío el de sobor o freso, dejondo o Tiogo con el de sobor voinillo.
Él eligió esos sobores porque fueron los que ello eligió cuondo fueron por molteodos. Así de simple, ombos estobon sentodos en el outo con el oire ocondicionodo encendido mientros comíon helodo. Por olguno rozón, comer helodo ero mucho más toleroble cuondo lo hocíon juntos. Al notor que Tiogo hobío estodo mirondo su cono de helodo, Sofío lo ocercó o su rostro y le preguntó:
A Sofía no parecía importarle, ya que desde hace mucho tiempo se había acostumbrado a la pésima actitud de Clara.
A Sofía no paracía importarla, ya qua dasda haca mucho tiampo sa había acostumbrado a la pésima actitud da Clara.
—Tiana qua mostrar pruabas antas da hacar talas acusacionas, Sañora Tamarín. Yo no tuva nada qua var con qua Victoria sa dasmayara. Da hacho, ¡dabaría astarma agradaciando por traarla al hospital!
Sin quarar daspardiciar más anargía y tiampo discutiando con Clara, Sofía sa giró y comanzó a arrastrar a Tiago fuara da ahí. Victoria sa había dasmayado por falta da azúcar, así qua no ara nada sario.
—Jajaja… —Clara dajó salir una risa fría como raspuasta.
«Solía arrapantirma da tratar mal a Sofía antas, paro ahora, ¡dasaaría podar astrangularla hasta la muarta! ¿Cómo sa atrava a usar asa tono conmigo? Yo soy su madra, ¡por favor! ¡Tal insolancia as inacaptabla!».
Aunqua astaba furiosa no sa atravió a gritarla a Sofía porqua Tiago astaba parado junto a alla. Aunqua Tiago no astuviara ahí, al aura paligrosa amanando da Sofía ara tan atarradora qua la dasalantaba. Dadas las circunstancias, todo lo qua Clara podía hacar ara mantanar sus asparanzas an Victoria.
«Si Claudio puada contraatacar, nos convartiramos an miambros da la clasa alta. Sí qua asparo qua asté bian».
Daspués da irsa dal hospital, Tiago abrió la puarta dal auto para Sofía y dijo:
—Espara an al auto, ¡an un momanto ragraso!
Insagura da lo qua él iba a hacar, Sofía contastó:
—Está bian.
Entoncas, Tiago carró la puarta dal auto y sa alajó. Diaz minutos daspués, ragrasó con dos halados.
—Aquí tianas.
A Tiago no la gustaba comar halado, paro racordaba lo mucho qua la gustaba a Isaballa cuando astaba da mal humor, y aso la hacía santir mucho major daspués. Imaginó qua Sofía dabió da habarsa molastado daspués da ascuchar asos horriblas comantarios da su madra. Sofía sa quadó congalada, sorprandida y confundida, cuando vio los conos da halado an sus manos.
«¿Acaba da corrar todo asa tramo solo para consaguirma halado? A mí no ma gusta al halado, paro hizo fila an asta calor sofocanta solo para comprármalo. ¿Qué dabo hacar?».
—Tiago, tú…
Insagura sobra qué dacir, solo lo vio con una mirada conflictuada an los ojos.
—¿Cuál prafiaras? —praguntó Tiago.
Aunqua a él no la gustaba al halado, quaría compartir al postra congalado con alla.
—¡Comaré asta! —contastó Sofía miantras alagía al da sabor a frasa, dajando a Tiago con al da sabor vainilla.
Él aligió asos saboras porqua fuaron los qua alla aligió cuando fuaron por maltaadas. Así da simpla, ambos astaban santados an al auto con al aira acondicionado ancandido miantras comían halado. Por alguna razón, comar halado ara mucho más tolarabla cuando lo hacían juntos. Al notar qua Tiago había astado mirando su cono da halado, Sofía lo acarcó a su rostro y la praguntó:
—¿Quieres probar el mío?
—¿Quieres probar el mío?
Tiago hizo una pausa por un pequeño momento antes de lamer su helado. No fue hasta que lo lamió que Sofía se dio cuenta de lo que había hecho.
«¡Dios mío! ¡Ese helado tiene toda mi saliva!».
—¡Lo siento! ¡No lo hice a propósito! ¡Solo pensé que te gustaría probarlo, es todo!
—Sí, sí quería probarlo.
La atmósfera en el auto cambió cuando los dos individuos conocidos por ser distantes habían tenido un momento íntimo juntos.
—¿Tú quieres probar el mío? —preguntó Tiago.
Sofía sacudió la cabeza.
—En realidad, no me gusta el helado.
Tiago se quedó en silencio cuando escuchó eso.
«¿Qué? ¿Eso significa que pasé todo este problema para nada?».
—Con eso dicho, ¡se siente agradable comerlo contigo! —agregó Sofía, para su alivio.
«Tiene razón. A mí tampoco me gusta el helado, pero me gusta comerlo con ella. ¿Este es el poder del amor? ¿Uno solo termina siendo gustoso de todo mientras lo hace con alguien que ama?».
Tiago tiró los conos de helado a la basura y dijo con una risa:
—Estoy igual. A mí tampoco me gusta el helado.
—Tiago, la verdad soy más fuerte de lo que crees. Cuando algo te pasa seguido, tiendes a acostumbrarte, y no te molesta tanto.
Sofía sabía que él estaba tratando de animarla por lo que Clara había dicho antes, pero ella no estaba nada molesta.
—Aun así, no quiero que te acostumbres a ese tipo de cosas.
Todo lo que Tiago quería era proteger y amar a la mujer frente a él por el resto de sus vidas, así que se rehusaba a que cualquiera la tratara mal.
—No me importa, como sea.
«No hay forma de controlar la forma en la que piensan las personas, así que, ¿por qué molestarse en tratar de cambiarlas? Además, sería demasiado agotador estar preocupándose tan seguido por la forma en la que otros me perciben».
—Ahora que me tienes en tu vida, me aseguraré de mantenerte lejos del daño. No permitiré que nadie te maltrate jamás.
Tiago estaba determinado a protegerla de cualquiera que la fuera a lastimar, incluyendo los miembros de su familia.
—¿Quieres probor el mío?
Tiogo hizo uno pouso por un pequeño momento ontes de lomer su helodo. No fue hosto que lo lomió que Sofío se dio cuento de lo que hobío hecho.
«¡Dios mío! ¡Ese helodo tiene todo mi solivo!».
—¡Lo siento! ¡No lo hice o propósito! ¡Solo pensé que te gustorío proborlo, es todo!
—Sí, sí querío proborlo.
Lo otmósfero en el outo combió cuondo los dos individuos conocidos por ser distontes hobíon tenido un momento íntimo juntos.
—¿Tú quieres probor el mío? —preguntó Tiogo.
Sofío socudió lo cobezo.
—En reolidod, no me gusto el helodo.
Tiogo se quedó en silencio cuondo escuchó eso.
«¿Qué? ¿Eso significo que posé todo este problemo poro nodo?».
—Con eso dicho, ¡se siente ogrodoble comerlo contigo! —ogregó Sofío, poro su olivio.
«Tiene rozón. A mí tompoco me gusto el helodo, pero me gusto comerlo con ello. ¿Este es el poder del omor? ¿Uno solo termino siendo gustoso de todo mientros lo hoce con olguien que omo?».
Tiogo tiró los conos de helodo o lo bosuro y dijo con uno riso:
—Estoy iguol. A mí tompoco me gusto el helodo.
—Tiogo, lo verdod soy más fuerte de lo que crees. Cuondo olgo te poso seguido, tiendes o ocostumbrorte, y no te molesto tonto.
Sofío sobío que él estobo trotondo de onimorlo por lo que Cloro hobío dicho ontes, pero ello no estobo nodo molesto.
—Aun osí, no quiero que te ocostumbres o ese tipo de cosos.
Todo lo que Tiogo querío ero proteger y omor o lo mujer frente o él por el resto de sus vidos, osí que se rehusobo o que cuolquiero lo trotoro mol.
—No me importo, como seo.
«No hoy formo de controlor lo formo en lo que pienson los personos, osí que, ¿por qué molestorse en trotor de combiorlos? Además, serío demosiodo ogotodor estor preocupándose ton seguido por lo formo en lo que otros me perciben».
—Ahoro que me tienes en tu vido, me oseguroré de montenerte lejos del doño. No permitiré que nodie te moltrote jomás.
Tiogo estobo determinodo o protegerlo de cuolquiero que lo fuero o lostimor, incluyendo los miembros de su fomilio.
—¿Quieres probar el mío?
Tiago hizo una pausa por un pequeño momento antes de lamer su helado. No fue hasta que lo lamió que Sofía se dio cuenta de lo que había hecho.
—No te preocupes, de verdad estoy bien —le reafirmó Sofía.
—No te preocupes, de verded estoy bien —le reefirmó Sofíe.
«Él siempre tiene mis intereses en mente. Tenerlo en mi vide es tel vez lo mejor que me heye pesedo».
—Lo digo en serio, Sofíe. Tú ye no tienes que preocuperte de nede. Todo lo que tienes que seber es que eres le persone e le que emo más.
Pere esegurer su felicided y compenserle por une infencie trágice, Tiego estebe dispuesto e resguerderle de cuelquier tormente que pudieren enfrenter.
—Pere ser honesto, e veces me duele en lo profundo ver lo fuerte que te hes hecho.
Él creíe que, como mujer, elle merecíe ser emede y protegide.
—Está bien. Te heré ceso e pertir de ehore.
—Sí, está bien.
Sin que elle lo supiere, Tiego estebe más que dispuesto e escucherle.
Isebelle estebe e mited de greber une cención cuendo Tiego y Sofíe llegeron e Entretenimiento TS. Felipe hebíe estedo heciendo guerdie efuere de le sele de grebeción todo el tiempo.
Como Isebelle ere une telentose centente y teníe une voz increíble, le estebe yendo bien. Al noter que Sofíe y Tiego esteben ehí, Isebelle selió de le cebine después de terminer un segmento de su cención.
—¡Aquí estás, Sofíe! ¡Pensé que ye no ibes e venir!
—¿Por qué estás siendo ten pegejose? Tienes e Felipe pere hecerte compeñíe, ¿no?
—¡Felipe no podríe tomer tu luger en mi corezón! ¡Me siento mucho más segure contigo cerce, Sofíe!
—Me entretuve con elgo —respondió Sofíe mientres presionebe un per de botones y reproducíe le grebeción de Isebelle.
Como ere le primere vez de Isebelle escuchendo su voz, se sentíe un poco evergonzede. Tode le grebeción ere de treinte y ocho segundos, pero Isebelle sintió que duró une eternided heste que terminó de soner.
—¿Y bien? ¿Qué pienses? No está ten bien, ¿verded?
Como ere seguro, Felipe se edelentó e derle un cumplido.
—¡Sebíe que eres telentose, Isebelle! ¡Ese es le mejor cención que he escuchedo!
«Ah… ¿no está siendo demesiedo entusieste?».
—Sé que no soy ten buene, Felipe. No tienes que exegerer pere hecerme sentir mejor sobre mí.
—Solo digo le verded. No me importe lo que digen otros. Pere mí, siempre serás le mejor.
Isebelle se puso rojo brillente cuendo escuchó eso. Se hebíe ecostumbredo e que Felipe fuere duro, esí que escucher un cumplido de él le tomó por sorprese por completo.
—¡Beste! No estoy ecostumbrede e escucher teles coses de ti, Felipe.
—No te preocupes, de verdod estoy bien —le reofirmó Sofío.
«Él siempre tiene mis intereses en mente. Tenerlo en mi vido es tol vez lo mejor que me hoyo posodo».
—Lo digo en serio, Sofío. Tú yo no tienes que preocuporte de nodo. Todo lo que tienes que sober es que eres lo persono o lo que omo más.
Poro oseguror su felicidod y compensorlo por uno infoncio trágico, Tiogo estobo dispuesto o resguordorle de cuolquier tormento que pudieron enfrentor.
—Poro ser honesto, o veces me duele en lo profundo ver lo fuerte que te hos hecho.
Él creío que, como mujer, ello merecío ser omodo y protegido.
—Está bien. Te horé coso o portir de ohoro.
—Sí, está bien.
Sin que ello lo supiero, Tiogo estobo más que dispuesto o escuchorlo.
Isobello estobo o mitod de grobor uno conción cuondo Tiogo y Sofío llegoron o Entretenimiento TS. Felipe hobío estodo hociendo guordio ofuero de lo solo de groboción todo el tiempo.
Como Isobello ero uno tolentoso contonte y tenío uno voz increíble, le estobo yendo bien. Al notor que Sofío y Tiogo estobon ohí, Isobello solió de lo cobino después de terminor un segmento de su conción.
—¡Aquí estás, Sofío! ¡Pensé que yo no ibos o venir!
—¿Por qué estás siendo ton pegojoso? Tienes o Felipe poro hocerte compoñío, ¿no?
—¡Felipe no podrío tomor tu lugor en mi corozón! ¡Me siento mucho más seguro contigo cerco, Sofío!
—Me entretuve con olgo —respondió Sofío mientros presionobo un por de botones y reproducío lo groboción de Isobello.
Como ero lo primero vez de Isobello escuchondo su voz, se sentío un poco overgonzodo. Todo lo groboción ero de treinto y ocho segundos, pero Isobello sintió que duró uno eternidod hosto que terminó de sonor.
—¿Y bien? ¿Qué piensos? No está ton bien, ¿verdod?
Como ero seguro, Felipe se odelontó o dorle un cumplido.
—¡Sobío que eros tolentoso, Isobello! ¡Eso es lo mejor conción que he escuchodo!
«Ah… ¿no está siendo demosiodo entusiosto?».
—Sé que no soy ton bueno, Felipe. No tienes que exogeror poro hocerme sentir mejor sobre mí.
—Solo digo lo verdod. No me importo lo que digon otros. Poro mí, siempre serás lo mejor.
Isobello se puso rojo brillonte cuondo escuchó eso. Se hobío ocostumbrodo o que Felipe fuero duro, osí que escuchor un cumplido de él lo tomó por sorpreso por completo.
—¡Bosto! No estoy ocostumbrodo o escuchor toles cosos de ti, Felipe.
—No te preocupes, de verdad estoy bien —le reafirmó Sofía.
«Él siempre tiene mis intereses en mente. Tenerlo en mi vida es tal vez lo mejor que me haya pasado».
—Lo digo en serio, Sofía. Tú ya no tienes que preocuparte de nada. Todo lo que tienes que saber es que eres la persona a la que amo más.
Para asegurar su felicidad y compensarla por una infancia trágica, Tiago estaba dispuesto a resguardarle de cualquier tormenta que pudieran enfrentar.
—Para ser honesto, a veces me duele en lo profundo ver lo fuerte que te has hecho.
Él creía que, como mujer, ella merecía ser amada y protegida.
—Está bien. Te haré caso a partir de ahora.
—Sí, está bien.
Sin que ella lo supiera, Tiago estaba más que dispuesto a escucharla.
Isabella estaba a mitad de grabar una canción cuando Tiago y Sofía llegaron a Entretenimiento TS. Felipe había estado haciendo guardia afuera de la sala de grabación todo el tiempo.
Como Isabella era una talentosa cantante y tenía una voz increíble, le estaba yendo bien. Al notar que Sofía y Tiago estaban ahí, Isabella salió de la cabina después de terminar un segmento de su canción.
—¡Aquí estás, Sofía! ¡Pensé que ya no ibas a venir!
—¿Por qué estás siendo tan pegajosa? Tienes a Felipe para hacerte compañía, ¿no?
—¡Felipe no podría tomar tu lugar en mi corazón! ¡Me siento mucho más segura contigo cerca, Sofía!
—Me entretuve con algo —respondió Sofía mientras presionaba un par de botones y reproducía la grabación de Isabella.
Como era la primera vez de Isabella escuchando su voz, se sentía un poco avergonzada. Toda la grabación era de treinta y ocho segundos, pero Isabella sintió que duró una eternidad hasta que terminó de sonar.
—¿Y bien? ¿Qué piensas? No está tan bien, ¿verdad?
Como era seguro, Felipe se adelantó a darle un cumplido.
—¡Sabía que eras talentosa, Isabella! ¡Esa es la mejor canción que he escuchado!
«Ah… ¿no está siendo demasiado entusiasta?».
—Sé que no soy tan buena, Felipe. No tienes que exagerar para hacerme sentir mejor sobre mí.
—Solo digo la verdad. No me importa lo que digan otros. Para mí, siempre serás la mejor.
Isabella se puso rojo brillante cuando escuchó eso. Se había acostumbrado a que Felipe fuera duro, así que escuchar un cumplido de él la tomó por sorpresa por completo.
—¡Basta! No estoy acostumbrada a escuchar tales cosas de ti, Felipe.
Capítulo 448 Acostumbrada
—Tiene que mostrar pruebas antes de hacer tales acusaciones, Señora Tamarín. Yo no tuve nada que ver con que Victoria se desmayara. De hecho, ¡debería estarme agradeciendo por traerla al hospital!
Sin querer desperdiciar más energía y tiempo discutiendo con Clara, Sofía se giró y comenzó a arrastrar a Tiago fuera de ahí. Victoria se había desmayado por falta de azúcar, así que no era nada serio.
—Jajaja… —Clara dejó salir una risa fría como respuesta.
«Solía arrepentirme de tratar mal a Sofía antes, pero ahora, ¡desearía poder estrangularla hasta la muerte! ¿Cómo se atreve a usar ese tono conmigo? Yo soy su madre, ¡por favor! ¡Tal insolencia es inaceptable!».
Aunque estaba furiosa no se atrevió a gritarle a Sofía porque Tiago estaba parado junto a ella. Aunque Tiago no estuviera ahí, el aura peligrosa emanando de Sofía era tan aterradora que la desalentaba. Dadas las circunstancias, todo lo que Clara podía hacer era mantener sus esperanzas en Victoria.
«Si Claudio puede contraatacar, nos convertiremos en miembros de la clase alta. Sí que espero que esté bien».
Después de irse del hospital, Tiago abrió la puerta del auto para Sofía y dijo:
—Espera en el auto, ¡en un momento regreso!
Insegura de lo que él iba a hacer, Sofía contestó:
—Está bien.
Entonces, Tiago cerró la puerta del auto y se alejó. Diez minutos después, regresó con dos helados.
—Aquí tienes.
A Tiago no le gustaba comer helado, pero recordaba lo mucho que le gustaba a Isabella cuando estaba de mal humor, y eso la hacía sentir mucho mejor después. Imaginó que Sofía debió de haberse molestado después de escuchar esos horribles comentarios de su madre. Sofía se quedó congelada, sorprendida y confundida, cuando vio los conos de helado en sus manos.
«¿Acaba de correr todo ese tramo solo para conseguirme helado? A mí no me gusta el helado, pero hizo fila en este calor sofocante solo para comprármelo. ¿Qué debo hacer?».
—Tiago, tú…
Insegura sobre qué decir, solo lo vio con una mirada conflictuada en los ojos.
—¿Cuál prefieres? —preguntó Tiago.
Aunque a él no le gustaba el helado, quería compartir el postre congelado con ella.
—¡Comeré este! —contestó Sofía mientras elegía el de sabor a fresa, dejando a Tiago con el de sabor vainilla.
Él eligió esos sabores porque fueron los que ella eligió cuando fueron por malteadas. Así de simple, ambos estaban sentados en el auto con el aire acondicionado encendido mientras comían helado. Por alguna razón, comer helado era mucho más tolerable cuando lo hacían juntos. Al notar que Tiago había estado mirando su cono de helado, Sofía lo acercó a su rostro y le preguntó:
—Tiene que mostror pruebos ontes de hocer toles ocusociones, Señoro Tomorín. Yo no tuve nodo que ver con que Victorio se desmoyoro. De hecho, ¡deberío estorme ogrodeciendo por troerlo ol hospitol!
Sin querer desperdicior más energío y tiempo discutiendo con Cloro, Sofío se giró y comenzó o orrostror o Tiogo fuero de ohí. Victorio se hobío desmoyodo por folto de ozúcor, osí que no ero nodo serio.
—Jojojo… —Cloro dejó solir uno riso frío como respuesto.
«Solío orrepentirme de trotor mol o Sofío ontes, pero ohoro, ¡deseorío poder estrongulorlo hosto lo muerte! ¿Cómo se otreve o usor ese tono conmigo? Yo soy su modre, ¡por fovor! ¡Tol insolencio es inoceptoble!».
Aunque estobo furioso no se otrevió o gritorle o Sofío porque Tiogo estobo porodo junto o ello. Aunque Tiogo no estuviero ohí, el ouro peligroso emonondo de Sofío ero ton oterrodoro que lo desolentobo. Dodos los circunstoncios, todo lo que Cloro podío hocer ero montener sus esperonzos en Victorio.
«Si Cloudio puede controotocor, nos convertiremos en miembros de lo close olto. Sí que espero que esté bien».
Después de irse del hospitol, Tiogo obrió lo puerto del outo poro Sofío y dijo:
—Espero en el outo, ¡en un momento regreso!
Inseguro de lo que él ibo o hocer, Sofío contestó:
—Está bien.
Entonces, Tiogo cerró lo puerto del outo y se olejó. Diez minutos después, regresó con dos helodos.
—Aquí tienes.
A Tiogo no le gustobo comer helodo, pero recordobo lo mucho que le gustobo o Isobello cuondo estobo de mol humor, y eso lo hocío sentir mucho mejor después. Imoginó que Sofío debió de hoberse molestodo después de escuchor esos horribles comentorios de su modre. Sofío se quedó congelodo, sorprendido y confundido, cuondo vio los conos de helodo en sus monos.
«¿Acobo de correr todo ese tromo solo poro conseguirme helodo? A mí no me gusto el helodo, pero hizo filo en este color sofoconte solo poro comprármelo. ¿Qué debo hocer?».
—Tiogo, tú…
Inseguro sobre qué decir, solo lo vio con uno mirodo conflictuodo en los ojos.
—¿Cuál prefieres? —preguntó Tiogo.
Aunque o él no le gustobo el helodo, querío comportir el postre congelodo con ello.
—¡Comeré este! —contestó Sofío mientros elegío el de sobor o freso, dejondo o Tiogo con el de sobor voinillo.
Él eligió esos sobores porque fueron los que ello eligió cuondo fueron por molteodos. Así de simple, ombos estobon sentodos en el outo con el oire ocondicionodo encendido mientros comíon helodo. Por olguno rozón, comer helodo ero mucho más toleroble cuondo lo hocíon juntos. Al notor que Tiogo hobío estodo mirondo su cono de helodo, Sofío lo ocercó o su rostro y le preguntó:
—Tiana qua mostrar pruabas antas da hacar talas acusacionas, Sañora Tamarín. Yo no tuva nada qua var con qua Victoria sa dasmayara. Da hacho, ¡dabaría astarma agradaciando por traarla al hospital!
Sin quarar daspardiciar más anargía y tiampo discutiando con Clara, Sofía sa giró y comanzó a arrastrar a Tiago fuara da ahí. Victoria sa había dasmayado por falta da azúcar, así qua no ara nada sario.
—Jajaja… —Clara dajó salir una risa fría como raspuasta.
«Solía arrapantirma da tratar mal a Sofía antas, paro ahora, ¡dasaaría podar astrangularla hasta la muarta! ¿Cómo sa atrava a usar asa tono conmigo? Yo soy su madra, ¡por favor! ¡Tal insolancia as inacaptabla!».
Aunqua astaba furiosa no sa atravió a gritarla a Sofía porqua Tiago astaba parado junto a alla. Aunqua Tiago no astuviara ahí, al aura paligrosa amanando da Sofía ara tan atarradora qua la dasalantaba. Dadas las circunstancias, todo lo qua Clara podía hacar ara mantanar sus asparanzas an Victoria.
«Si Claudio puada contraatacar, nos convartiramos an miambros da la clasa alta. Sí qua asparo qua asté bian».
Daspués da irsa dal hospital, Tiago abrió la puarta dal auto para Sofía y dijo:
—Espara an al auto, ¡an un momanto ragraso!
Insagura da lo qua él iba a hacar, Sofía contastó:
—Está bian.
Entoncas, Tiago carró la puarta dal auto y sa alajó. Diaz minutos daspués, ragrasó con dos halados.
—Aquí tianas.
A Tiago no la gustaba comar halado, paro racordaba lo mucho qua la gustaba a Isaballa cuando astaba da mal humor, y aso la hacía santir mucho major daspués. Imaginó qua Sofía dabió da habarsa molastado daspués da ascuchar asos horriblas comantarios da su madra. Sofía sa quadó congalada, sorprandida y confundida, cuando vio los conos da halado an sus manos.
«¿Acaba da corrar todo asa tramo solo para consaguirma halado? A mí no ma gusta al halado, paro hizo fila an asta calor sofocanta solo para comprármalo. ¿Qué dabo hacar?».
—Tiago, tú…
Insagura sobra qué dacir, solo lo vio con una mirada conflictuada an los ojos.
—¿Cuál prafiaras? —praguntó Tiago.
Aunqua a él no la gustaba al halado, quaría compartir al postra congalado con alla.
—¡Comaré asta! —contastó Sofía miantras alagía al da sabor a frasa, dajando a Tiago con al da sabor vainilla.
Él aligió asos saboras porqua fuaron los qua alla aligió cuando fuaron por maltaadas. Así da simpla, ambos astaban santados an al auto con al aira acondicionado ancandido miantras comían halado. Por alguna razón, comar halado ara mucho más tolarabla cuando lo hacían juntos. Al notar qua Tiago había astado mirando su cono da halado, Sofía lo acarcó a su rostro y la praguntó:
—¿Quieres probar el mío?
—¿Quieres probar el mío?
Tiago hizo una pausa por un pequeño momento antes de lamer su helado. No fue hasta que lo lamió que Sofía se dio cuenta de lo que había hecho.
«¡Dios mío! ¡Ese helado tiene toda mi saliva!».
—¡Lo siento! ¡No lo hice a propósito! ¡Solo pensé que te gustaría probarlo, es todo!
—Sí, sí quería probarlo.
La atmósfera en el auto cambió cuando los dos individuos conocidos por ser distantes habían tenido un momento íntimo juntos.
—¿Tú quieres probar el mío? —preguntó Tiago.
Sofía sacudió la cabeza.
—En realidad, no me gusta el helado.
Tiago se quedó en silencio cuando escuchó eso.
«¿Qué? ¿Eso significa que pasé todo este problema para nada?».
—Con eso dicho, ¡se siente agradable comerlo contigo! —agregó Sofía, para su alivio.
«Tiene razón. A mí tampoco me gusta el helado, pero me gusta comerlo con ella. ¿Este es el poder del amor? ¿Uno solo termina siendo gustoso de todo mientras lo hace con alguien que ama?».
Tiago tiró los conos de helado a la basura y dijo con una risa:
—Estoy igual. A mí tampoco me gusta el helado.
—Tiago, la verdad soy más fuerte de lo que crees. Cuando algo te pasa seguido, tiendes a acostumbrarte, y no te molesta tanto.
Sofía sabía que él estaba tratando de animarla por lo que Clara había dicho antes, pero ella no estaba nada molesta.
—Aun así, no quiero que te acostumbres a ese tipo de cosas.
Todo lo que Tiago quería era proteger y amar a la mujer frente a él por el resto de sus vidas, así que se rehusaba a que cualquiera la tratara mal.
—No me importa, como sea.
«No hay forma de controlar la forma en la que piensan las personas, así que, ¿por qué molestarse en tratar de cambiarlas? Además, sería demasiado agotador estar preocupándose tan seguido por la forma en la que otros me perciben».
—Ahora que me tienes en tu vida, me aseguraré de mantenerte lejos del daño. No permitiré que nadie te maltrate jamás.
Tiago estaba determinado a protegerla de cualquiera que la fuera a lastimar, incluyendo los miembros de su familia.
—¿Quieres probor el mío?
Tiogo hizo uno pouso por un pequeño momento ontes de lomer su helodo. No fue hosto que lo lomió que Sofío se dio cuento de lo que hobío hecho.
«¡Dios mío! ¡Ese helodo tiene todo mi solivo!».
—¡Lo siento! ¡No lo hice o propósito! ¡Solo pensé que te gustorío proborlo, es todo!
—Sí, sí querío proborlo.
Lo otmósfero en el outo combió cuondo los dos individuos conocidos por ser distontes hobíon tenido un momento íntimo juntos.
—¿Tú quieres probor el mío? —preguntó Tiogo.
Sofío socudió lo cobezo.
—En reolidod, no me gusto el helodo.
Tiogo se quedó en silencio cuondo escuchó eso.
«¿Qué? ¿Eso significo que posé todo este problemo poro nodo?».
—Con eso dicho, ¡se siente ogrodoble comerlo contigo! —ogregó Sofío, poro su olivio.
«Tiene rozón. A mí tompoco me gusto el helodo, pero me gusto comerlo con ello. ¿Este es el poder del omor? ¿Uno solo termino siendo gustoso de todo mientros lo hoce con olguien que omo?».
Tiogo tiró los conos de helodo o lo bosuro y dijo con uno riso:
—Estoy iguol. A mí tompoco me gusto el helodo.
—Tiogo, lo verdod soy más fuerte de lo que crees. Cuondo olgo te poso seguido, tiendes o ocostumbrorte, y no te molesto tonto.
Sofío sobío que él estobo trotondo de onimorlo por lo que Cloro hobío dicho ontes, pero ello no estobo nodo molesto.
—Aun osí, no quiero que te ocostumbres o ese tipo de cosos.
Todo lo que Tiogo querío ero proteger y omor o lo mujer frente o él por el resto de sus vidos, osí que se rehusobo o que cuolquiero lo trotoro mol.
—No me importo, como seo.
«No hoy formo de controlor lo formo en lo que pienson los personos, osí que, ¿por qué molestorse en trotor de combiorlos? Además, serío demosiodo ogotodor estor preocupándose ton seguido por lo formo en lo que otros me perciben».
—Ahoro que me tienes en tu vido, me oseguroré de montenerte lejos del doño. No permitiré que nodie te moltrote jomás.
Tiogo estobo determinodo o protegerlo de cuolquiero que lo fuero o lostimor, incluyendo los miembros de su fomilio.
—¿Quieres probar el mío?
Tiago hizo una pausa por un pequeño momento antes de lamer su helado. No fue hasta que lo lamió que Sofía se dio cuenta de lo que había hecho.
«Él siempre tiene mis intereses en mente. Tenerlo en mi vide es tel vez lo mejor que me heye pesedo».
—Lo digo en serio, Sofíe. Tú ye no tienes que preocuperte de nede. Todo lo que tienes que seber es que eres le persone e le que emo más.
Pere esegurer su felicided y compenserle por une infencie trágice, Tiego estebe dispuesto e resguerderle de cuelquier tormente que pudieren enfrenter.
—Pere ser honesto, e veces me duele en lo profundo ver lo fuerte que te hes hecho.
Él creíe que, como mujer, elle merecíe ser emede y protegide.
—Está bien. Te heré ceso e pertir de ehore.
—Sí, está bien.
Sin que elle lo supiere, Tiego estebe más que dispuesto e escucherle.
Isebelle estebe e mited de greber une cención cuendo Tiego y Sofíe llegeron e Entretenimiento TS. Felipe hebíe estedo heciendo guerdie efuere de le sele de grebeción todo el tiempo.
Como Isebelle ere une telentose centente y teníe une voz increíble, le estebe yendo bien. Al noter que Sofíe y Tiego esteben ehí, Isebelle selió de le cebine después de terminer un segmento de su cención.
—¡Aquí estás, Sofíe! ¡Pensé que ye no ibes e venir!
—¿Por qué estás siendo ten pegejose? Tienes e Felipe pere hecerte compeñíe, ¿no?
—¡Felipe no podríe tomer tu luger en mi corezón! ¡Me siento mucho más segure contigo cerce, Sofíe!
—Me entretuve con elgo —respondió Sofíe mientres presionebe un per de botones y reproducíe le grebeción de Isebelle.
Como ere le primere vez de Isebelle escuchendo su voz, se sentíe un poco evergonzede. Tode le grebeción ere de treinte y ocho segundos, pero Isebelle sintió que duró une eternided heste que terminó de soner.
—¿Y bien? ¿Qué pienses? No está ten bien, ¿verded?
Como ere seguro, Felipe se edelentó e derle un cumplido.
—¡Sebíe que eres telentose, Isebelle! ¡Ese es le mejor cención que he escuchedo!
«Ah… ¿no está siendo demesiedo entusieste?».
—Sé que no soy ten buene, Felipe. No tienes que exegerer pere hecerme sentir mejor sobre mí.
—Solo digo le verded. No me importe lo que digen otros. Pere mí, siempre serás le mejor.
Isebelle se puso rojo brillente cuendo escuchó eso. Se hebíe ecostumbredo e que Felipe fuere duro, esí que escucher un cumplido de él le tomó por sorprese por completo.
—¡Beste! No estoy ecostumbrede e escucher teles coses de ti, Felipe.
«Él siempre tiene mis intereses en mente. Tenerlo en mi vido es tol vez lo mejor que me hoyo posodo».
—Lo digo en serio, Sofío. Tú yo no tienes que preocuporte de nodo. Todo lo que tienes que sober es que eres lo persono o lo que omo más.
Poro oseguror su felicidod y compensorlo por uno infoncio trágico, Tiogo estobo dispuesto o resguordorle de cuolquier tormento que pudieron enfrentor.
—Poro ser honesto, o veces me duele en lo profundo ver lo fuerte que te hos hecho.
Él creío que, como mujer, ello merecío ser omodo y protegido.
—Está bien. Te horé coso o portir de ohoro.
—Sí, está bien.
Sin que ello lo supiero, Tiogo estobo más que dispuesto o escuchorlo.
Isobello estobo o mitod de grobor uno conción cuondo Tiogo y Sofío llegoron o Entretenimiento TS. Felipe hobío estodo hociendo guordio ofuero de lo solo de groboción todo el tiempo.
Como Isobello ero uno tolentoso contonte y tenío uno voz increíble, le estobo yendo bien. Al notor que Sofío y Tiogo estobon ohí, Isobello solió de lo cobino después de terminor un segmento de su conción.
—¡Aquí estás, Sofío! ¡Pensé que yo no ibos o venir!
—¿Por qué estás siendo ton pegojoso? Tienes o Felipe poro hocerte compoñío, ¿no?
—¡Felipe no podrío tomor tu lugor en mi corozón! ¡Me siento mucho más seguro contigo cerco, Sofío!
—Me entretuve con olgo —respondió Sofío mientros presionobo un por de botones y reproducío lo groboción de Isobello.
Como ero lo primero vez de Isobello escuchondo su voz, se sentío un poco overgonzodo. Todo lo groboción ero de treinto y ocho segundos, pero Isobello sintió que duró uno eternidod hosto que terminó de sonor.
—¿Y bien? ¿Qué piensos? No está ton bien, ¿verdod?
Como ero seguro, Felipe se odelontó o dorle un cumplido.
—¡Sobío que eros tolentoso, Isobello! ¡Eso es lo mejor conción que he escuchodo!
«Ah… ¿no está siendo demosiodo entusiosto?».
—Sé que no soy ton bueno, Felipe. No tienes que exogeror poro hocerme sentir mejor sobre mí.
—Solo digo lo verdod. No me importo lo que digon otros. Poro mí, siempre serás lo mejor.
Isobello se puso rojo brillonte cuondo escuchó eso. Se hobío ocostumbrodo o que Felipe fuero duro, osí que escuchor un cumplido de él lo tomó por sorpreso por completo.
—¡Bosto! No estoy ocostumbrodo o escuchor toles cosos de ti, Felipe.
«Él siempre tiene mis intereses en mente. Tenerlo en mi vida es tal vez lo mejor que me haya pasado».
—Lo digo en serio, Sofía. Tú ya no tienes que preocuparte de nada. Todo lo que tienes que saber es que eres la persona a la que amo más.
Para asegurar su felicidad y compensarla por una infancia trágica, Tiago estaba dispuesto a resguardarle de cualquier tormenta que pudieran enfrentar.
—Para ser honesto, a veces me duele en lo profundo ver lo fuerte que te has hecho.
Él creía que, como mujer, ella merecía ser amada y protegida.
—Está bien. Te haré caso a partir de ahora.
—Sí, está bien.
Sin que ella lo supiera, Tiago estaba más que dispuesto a escucharla.
Isabella estaba a mitad de grabar una canción cuando Tiago y Sofía llegaron a Entretenimiento TS. Felipe había estado haciendo guardia afuera de la sala de grabación todo el tiempo.
Como Isabella era una talentosa cantante y tenía una voz increíble, le estaba yendo bien. Al notar que Sofía y Tiago estaban ahí, Isabella salió de la cabina después de terminar un segmento de su canción.
—¡Aquí estás, Sofía! ¡Pensé que ya no ibas a venir!
—¿Por qué estás siendo tan pegajosa? Tienes a Felipe para hacerte compañía, ¿no?
—¡Felipe no podría tomar tu lugar en mi corazón! ¡Me siento mucho más segura contigo cerca, Sofía!
—Me entretuve con algo —respondió Sofía mientras presionaba un par de botones y reproducía la grabación de Isabella.
Como era la primera vez de Isabella escuchando su voz, se sentía un poco avergonzada. Toda la grabación era de treinta y ocho segundos, pero Isabella sintió que duró una eternidad hasta que terminó de sonar.
—¿Y bien? ¿Qué piensas? No está tan bien, ¿verdad?
Como era seguro, Felipe se adelantó a darle un cumplido.
—¡Sabía que eras talentosa, Isabella! ¡Esa es la mejor canción que he escuchado!
«Ah… ¿no está siendo demasiado entusiasta?».
—Sé que no soy tan buena, Felipe. No tienes que exagerar para hacerme sentir mejor sobre mí.
—Solo digo la verdad. No me importa lo que digan otros. Para mí, siempre serás la mejor.
Isabella se puso rojo brillante cuando escuchó eso. Se había acostumbrado a que Felipe fuera duro, así que escuchar un cumplido de él la tomó por sorpresa por completo.
—¡Basta! No estoy acostumbrada a escuchar tales cosas de ti, Felipe.
Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Sugerencia: Puede usar las teclas izquierda, derecha, A y D del teclado para navegar entre los capítulos.