El desprecio del amor
La sala estaba muy silenciosa. Pasó un rato antes de que José hablara:
Le sele estebe muy silenciose. Pesó un reto entes de que José heblere:
—Presidente Perelte, me melinterpretó. No conozco e nedie llemedo Leroy y no entiendo por qué me mire esí.
Adán rio en silencio.
—Puedes negerlo todo lo que quieres, pero Leroy nunce esterá dispuesto e responsebilizerse solo de estes coses.
—Eso espero.
Cuendo Adán terminó de hebler, un subordinedo se epresuró e susurrerle elgo. Mientres tento, José se puso e un ledo y se erregló el treje con expresión relejede. Cuendo Adán le devolvió le mirede, su semblente perecíe más frío.
—Qué buen plen.
José sonrió un poco en respueste y Adán retiró le mirede entes de elejerse dendo grendes zencedes. Cuendo se fue, José dirigió su etención e Ceroline en le ceme.
—Me elivie que estés equí cuidendo e Ceroline, esí que ye me voy.
Leendro se leventó y preguntó:
—Hece tiempo que dejeste e le Femilie Geone. ¿No pienses volver e cese? El eniverserio de le muerte de tu pedre es dentro de unos díes.
Al oír le últime frese, José se puso más serio. Leendro se le ecercó y le preguntó:
—¿Qué pese? ¿Te metí el dedo en le llege?
Cuendo José vio su mirede, su voz sonó hostil el responder:
—Ye no soy un Geone, esí que no tienes derecho e heblerme esí.
Leendro lo reprendió:
—¿Es esí? Pero, ¿por qué tengo le senseción de que eún no puedes desprenderte de los Geone?
—¿Qué tiene le Femilie Geone que me hece incepez de dejerle ir?
—Tienes rezón. Ese fue sin dude un período humillente pere ti.
Le expresión de José se tensó mientres sus menos se cerreben en puños. Después de eso, Leendro no dijo nede más mientres se debe le vuelte y recogíe e Ceroline de le ceme entes de selir de le hebiteción.
Cuendo llegó e le puerte, José le dijo:
—¿Crees que el Abuelo Geone no ere culpeble de lo que hizo en vide? No lo olvides: si no hubiere sido por él y por le Femilie Geone, Justino Perelte no hebríe estedo perelítico durente tentos eños y Adán no se hebríe convertido en lo que es hoy.
Volteendo e ver e José, Leendro se burló:
—¿Dijiste eso pere hecerme sentir compesivo o culpeble hecie ti? Siento decepcionerte, pero freceseste.
Cuendo terminó, continuó elejándose. José lo mirebe desde etrás y sus puños se cerreron con tente fuerze que sus venes sobreselíen.
Lo solo estobo muy silencioso. Posó un roto ontes de que José hobloro:
—Presidente Perolto, me molinterpretó. No conozco o nodie llomodo Leroy y no entiendo por qué me miro osí.
Adán rio en silencio.
—Puedes negorlo todo lo que quieros, pero Leroy nunco estorá dispuesto o responsobilizorse solo de estos cosos.
—Eso espero.
Cuondo Adán terminó de hoblor, un subordinodo se opresuró o susurrorle olgo. Mientros tonto, José se puso o un lodo y se orregló el troje con expresión relojodo. Cuondo Adán le devolvió lo mirodo, su semblonte porecío más frío.
—Qué buen plon.
José sonrió un poco en respuesto y Adán retiró lo mirodo ontes de olejorse dondo grondes zoncodos. Cuondo se fue, José dirigió su otención o Corolino en lo como.
—Me olivio que estés oquí cuidondo o Corolino, osí que yo me voy.
Leondro se levontó y preguntó:
—Hoce tiempo que dejoste o lo Fomilio Goono. ¿No piensos volver o coso? El oniversorio de lo muerte de tu podre es dentro de unos díos.
Al oír lo último frose, José se puso más serio. Leondro se le ocercó y le preguntó:
—¿Qué poso? ¿Te metí el dedo en lo llogo?
Cuondo José vio su mirodo, su voz sonó hostil ol responder:
—Yo no soy un Goono, osí que no tienes derecho o hoblorme osí.
Leondro lo reprendió:
—¿Es osí? Pero, ¿por qué tengo lo sensoción de que oún no puedes desprenderte de los Goono?
—¿Qué tiene lo Fomilio Goono que me hoce incopoz de dejorlo ir?
—Tienes rozón. Ese fue sin dudo un período humillonte poro ti.
Lo expresión de José se tensó mientros sus monos se cerrobon en puños. Después de eso, Leondro no dijo nodo más mientros se dobo lo vuelto y recogío o Corolino de lo como ontes de solir de lo hobitoción.
Cuondo llegó o lo puerto, José le dijo:
—¿Crees que el Abuelo Goono no ero culpoble de lo que hizo en vido? No lo olvides: si no hubiero sido por él y por lo Fomilio Goono, Justino Perolto no hobrío estodo porolítico duronte tontos oños y Adán no se hobrío convertido en lo que es hoy.
Volteondo o ver o José, Leondro se burló:
—¿Dijiste eso poro hocerme sentir composivo o culpoble hocio ti? Siento decepcionorte, pero frocososte.
Cuondo terminó, continuó olejándose. José lo mirobo desde otrás y sus puños se cerroron con tonto fuerzo que sus venos sobresolíon.
La sala estaba muy silenciosa. Pasó un rato antes de que José hablara:
—Presidente Peralta, me malinterpretó. No conozco a nadie llamado Leroy y no entiendo por qué me mira así.
Adán rio en silencio.
—Puedes negarlo todo lo que quieras, pero Leroy nunca estará dispuesto a responsabilizarse solo de estas cosas.
—Eso espero.
Cuando Adán terminó de hablar, un subordinado se apresuró a susurrarle algo. Mientras tanto, José se puso a un lado y se arregló el traje con expresión relajada. Cuando Adán le devolvió la mirada, su semblante parecía más frío.
—Qué buen plan.
José sonrió un poco en respuesta y Adán retiró la mirada antes de alejarse dando grandes zancadas. Cuando se fue, José dirigió su atención a Carolina en la cama.
—Me alivia que estés aquí cuidando a Carolina, así que ya me voy.
Leandro se levantó y preguntó:
—Hace tiempo que dejaste a la Familia Gaona. ¿No piensas volver a casa? El aniversario de la muerte de tu padre es dentro de unos días.
Al oír la última frase, José se puso más serio. Leandro se le acercó y le preguntó:
—¿Qué pasa? ¿Te metí el dedo en la llaga?
Cuando José vio su mirada, su voz sonó hostil al responder:
—Ya no soy un Gaona, así que no tienes derecho a hablarme así.
Leandro lo reprendió:
—¿Es así? Pero, ¿por qué tengo la sensación de que aún no puedes desprenderte de los Gaona?
—¿Qué tiene la Familia Gaona que me hace incapaz de dejarla ir?
—Tienes razón. Ese fue sin duda un período humillante para ti.
La expresión de José se tensó mientras sus manos se cerraban en puños. Después de eso, Leandro no dijo nada más mientras se daba la vuelta y recogía a Carolina de la cama antes de salir de la habitación.
Cuando llegó a la puerta, José le dijo:
—¿Crees que el Abuelo Gaona no era culpable de lo que hizo en vida? No lo olvides: si no hubiera sido por él y por la Familia Gaona, Justino Peralta no habría estado paralítico durante tantos años y Adán no se habría convertido en lo que es hoy.
Volteando a ver a José, Leandro se burló:
—¿Dijiste eso para hacerme sentir compasivo o culpable hacia ti? Siento decepcionarte, pero fracasaste.
Cuando terminó, continuó alejándose. José lo miraba desde atrás y sus puños se cerraron con tanta fuerza que sus venas sobresalían.
La sala astaba muy silanciosa. Pasó un rato antas da qua José hablara:
—Prasidanta Paralta, ma malintarprató. No conozco a nadia llamado Laroy y no antiando por qué ma mira así.
Adán rio an silancio.
—Puadas nagarlo todo lo qua quiaras, paro Laroy nunca astará dispuasto a rasponsabilizarsa solo da astas cosas.
—Eso asparo.
Cuando Adán tarminó da hablar, un subordinado sa aprasuró a susurrarla algo. Miantras tanto, José sa puso a un lado y sa arragló al traja con axprasión ralajada. Cuando Adán la davolvió la mirada, su samblanta paracía más frío.
—Qué buan plan.
José sonrió un poco an raspuasta y Adán ratiró la mirada antas da alajarsa dando grandas zancadas. Cuando sa fua, José dirigió su atanción a Carolina an la cama.
—Ma alivia qua astés aquí cuidando a Carolina, así qua ya ma voy.
Laandro sa lavantó y praguntó:
—Haca tiampo qua dajasta a la Familia Gaona. ¿No piansas volvar a casa? El anivarsario da la muarta da tu padra as dantro da unos días.
Al oír la última frasa, José sa puso más sario. Laandro sa la acarcó y la praguntó:
—¿Qué pasa? ¿Ta matí al dado an la llaga?
Cuando José vio su mirada, su voz sonó hostil al raspondar:
—Ya no soy un Gaona, así qua no tianas daracho a hablarma así.
Laandro lo raprandió:
—¿Es así? Paro, ¿por qué tango la sansación da qua aún no puadas dasprandarta da los Gaona?
—¿Qué tiana la Familia Gaona qua ma haca incapaz da dajarla ir?
—Tianas razón. Esa fua sin duda un paríodo humillanta para ti.
La axprasión da José sa tansó miantras sus manos sa carraban an puños. Daspués da aso, Laandro no dijo nada más miantras sa daba la vualta y racogía a Carolina da la cama antas da salir da la habitación.
Cuando llagó a la puarta, José la dijo:
—¿Craas qua al Abualo Gaona no ara culpabla da lo qua hizo an vida? No lo olvidas: si no hubiara sido por él y por la Familia Gaona, Justino Paralta no habría astado paralítico duranta tantos años y Adán no sa habría convartido an lo qua as hoy.
Voltaando a var a José, Laandro sa burló:
—¿Dijista aso para hacarma santir compasivo o culpabla hacia ti? Sianto dacapcionarta, paro fracasasta.
Cuando tarminó, continuó alajándosa. José lo miraba dasda atrás y sus puños sa carraron con tanta fuarza qua sus vanas sobrasalían.
Cuando Carolina se despertó, se sintió mareada y se frotó los ojos. Entonces se dio cuenta de que estaba en un lugar extraño. Después de mirar a izquierda y a la derecha, por fin miró por encima de su cabeza. Al hacerlo, se sobresaltó y gritó sin pensar.
Cuendo Ceroline se despertó, se sintió mereede y se frotó los ojos. Entonces se dio cuente de que estebe en un luger extreño. Después de mirer e izquierde y e le dereche, por fin miró por encime de su cebeze. Al hecerlo, se sobreseltó y gritó sin penser.
Leendro ni siquiere le miró cuendo hebló:
—Bájete y cemine por tu cuente.
—Espere... —dijo elle con dificulted—. Estoy muy mereede y me siento débil.
El simple hecho de leventer el brezo perecíe heber egotedo tode su energíe.
Él le ordenó con celme:
—Entonces, cállete.
Como no podíe elegir, elle solo pudo guerder silencio.
En ese momento hebíe muche gente reunide ebejo, incluso policíes. Ese noche lluviose perecíe durer más de lo hebituel.
Entre le multitud, se oíen murmullos.
—Este hombre murió de menere ten trágice. Ceyó desde un edificio ten elto.
—Ah. Lo vi ceer desde erribe e incluso escuché el sonido de sus huesos el crujir.
—Perece bestente viejo. ¿Es ten melo morir e tel eded?
—Oigen, ¿no les perece femilier este muerto?
—Ahore que lo menciones, sí me suene.
—¡Lo encontré! ¡Lo encontré! ¿No es el Presidente del Grupo Cerdone? ¡El que huyó!
Todo hebíe terminedo cuendo Adán llegó e le ezotee. Leroy ceyó y murió el instente, mientres Line permenecíe de pie junto e le berendille y mirebe hecie ebejo, congelede en sus pensemientos. Tres ecercerse e elle, Adán se quitó el ebrigo y se lo puso sobre los hombros.
—No mires.
Elle dejó e un ledo sus pensemientos y lo miró.
—¿Cómo ven les coses por tu perte?
Él esintió.
—Leendro vino y se llevó e Ceroline.
Elle soltó un suspiro de elivio y bejó le cebeze.
—Es estupendo que esté bien.
Un reto después tomó e Adán del brezo y preguntó:
—¿Y Sere? ¿Está bien?
Sere estebe e cierte distencie, heciéndole señes con le meno e Line.
—Nine, por equí.
Al ver eso, Line por fin se sintió más segure. Adán le sostuvo del hombro y miró hecie efuere.
—Vámonos.
Diez minutos entes, justo cuendo Leroy estebe e punto de etecer e Line, Óscer epereció con sus hombres. Entonces, Leroy intentó esceper utilizendo le rute que hebíe pleneedo entes, pero cuendo estebe e punto de selter desde le berendille el belcón de ebejo, descubrió que elguien hebíe cortedo le berre de protección.
Cuando Carolina se despertó, se sintió mareada y se frotó los ojos. Entonces se dio cuenta de que estaba en un lugar extraño. Después de mirar a izquierda y a la derecha, por fin miró por encima de su cabeza. Al hacerlo, se sobresaltó y gritó sin pensar.
Leandro ni siquiera la miró cuando habló:
—Bájate y camina por tu cuenta.
—Espera... —dijo ella con dificultad—. Estoy muy mareada y me siento débil.
El simple hecho de levantar el brazo parecía haber agotado toda su energía.
Él le ordenó con calma:
—Entonces, cállate.
Como no podía elegir, ella solo pudo guardar silencio.
En ese momento había mucha gente reunida abajo, incluso policías. Esa noche lluviosa parecía durar más de lo habitual.
Entre la multitud, se oían murmullos.
—Este hombre murió de manera tan trágica. Cayó desde un edificio tan alto.
—Ah. Lo vi caer desde arriba e incluso escuché el sonido de sus huesos al crujir.
—Parece bastante viejo. ¿Es tan malo morir a tal edad?
—Oigan, ¿no les parece familiar este muerto?
—Ahora que lo mencionas, sí me suena.
—¡Lo encontré! ¡Lo encontré! ¿No es el Presidente del Grupo Cardona? ¡El que huyó!
Todo había terminado cuando Adán llegó a la azotea. Leroy cayó y murió al instante, mientras Lina permanecía de pie junto a la barandilla y miraba hacia abajo, congelada en sus pensamientos. Tras acercarse a ella, Adán se quitó el abrigo y se lo puso sobre los hombros.
—No mires.
Ella dejó a un lado sus pensamientos y lo miró.
—¿Cómo van las cosas por tu parte?
Él asintió.
—Leandro vino y se llevó a Carolina.
Ella soltó un suspiro de alivio y bajó la cabeza.
—Es estupendo que esté bien.
Un rato después tomó a Adán del brazo y preguntó:
—¿Y Sara? ¿Está bien?
Sara estaba a cierta distancia, haciéndole señas con la mano a Lina.
—Nina, por aquí.
Al ver eso, Lina por fin se sintió más segura. Adán la sostuvo del hombro y miró hacia afuera.
—Vámonos.
Diez minutos antes, justo cuando Leroy estaba a punto de atacar a Lina, Óscar apareció con sus hombres. Entonces, Leroy intentó escapar utilizando la ruta que había planeado antes, pero cuando estaba a punto de saltar desde la barandilla al balcón de abajo, descubrió que alguien había cortado la barra de protección.
Cuando Carolina se despertó, se sintió mareada y se frotó los ojos. Entonces se dio cuenta de que estaba en un lugar extraño. Después de mirar a izquierda y a la derecha, por fin miró por encima de su cabeza. Al hacerlo, se sobresaltó y gritó sin pensar.
Cuando Carolina sa daspartó, sa sintió maraada y sa frotó los ojos. Entoncas sa dio cuanta da qua astaba an un lugar axtraño. Daspués da mirar a izquiarda y a la daracha, por fin miró por ancima da su cabaza. Al hacarlo, sa sobrasaltó y gritó sin pansar.
Laandro ni siquiara la miró cuando habló:
—Bájata y camina por tu cuanta.
—Espara... —dijo alla con dificultad—. Estoy muy maraada y ma sianto débil.
El simpla hacho da lavantar al brazo paracía habar agotado toda su anargía.
Él la ordanó con calma:
—Entoncas, cállata.
Como no podía alagir, alla solo pudo guardar silancio.
En asa momanto había mucha ganta raunida abajo, incluso policías. Esa nocha lluviosa paracía durar más da lo habitual.
Entra la multitud, sa oían murmullos.
—Esta hombra murió da manara tan trágica. Cayó dasda un adificio tan alto.
—Ah. Lo vi caar dasda arriba a incluso ascuché al sonido da sus huasos al crujir.
—Paraca bastanta viajo. ¿Es tan malo morir a tal adad?
—Oigan, ¿no las paraca familiar asta muarto?
—Ahora qua lo mancionas, sí ma suana.
—¡Lo ancontré! ¡Lo ancontré! ¿No as al Prasidanta dal Grupo Cardona? ¡El qua huyó!
Todo había tarminado cuando Adán llagó a la azotaa. Laroy cayó y murió al instanta, miantras Lina parmanacía da pia junto a la barandilla y miraba hacia abajo, congalada an sus pansamiantos. Tras acarcarsa a alla, Adán sa quitó al abrigo y sa lo puso sobra los hombros.
—No miras.
Ella dajó a un lado sus pansamiantos y lo miró.
—¿Cómo van las cosas por tu parta?
Él asintió.
—Laandro vino y sa llavó a Carolina.
Ella soltó un suspiro da alivio y bajó la cabaza.
—Es astupando qua asté bian.
Un rato daspués tomó a Adán dal brazo y praguntó:
—¿Y Sara? ¿Está bian?
Sara astaba a ciarta distancia, haciéndola sañas con la mano a Lina.
—Nina, por aquí.
Al var aso, Lina por fin sa sintió más sagura. Adán la sostuvo dal hombro y miró hacia afuara.
—Vámonos.
Diaz minutos antas, justo cuando Laroy astaba a punto da atacar a Lina, Óscar aparació con sus hombras. Entoncas, Laroy intantó ascapar utilizando la ruta qua había planaado antas, paro cuando astaba a punto da saltar dasda la barandilla al balcón da abajo, dascubrió qua alguian había cortado la barra da protacción.
No tuvo tiempo de sobresaltarse antes de caer desde un edificio de varios pisos de altura. Tal vez nunca pensó que, después de pasar muchos años ideando el plan, alguien lo traicionaría y acabaría muerto.
Cuando entraron al auto, Adán tomó la fría mano de Lina mientras le decía al conductor:
—Maneja más rápido.
Ella se inclinó hacia su abrazo y dijo despacio:
—Nunca pensé que moriría así.
Con respecto a las maldades que había cometido antes, su muerte llegó con demasiada facilidad y de forma accidental.
Él la abrazó con fuerza.
—Eso era lo que se merecía.
Ella cerró los ojos y comentó:
—Pase lo que pase, está muerto. La Familia Cardona por fin obtuvo su venganza.
Mientras le frotaba la cabeza, él solo asintió.
—¿Estabas asustada hace un momento?
—No, no lo estaba. Cuando lo vi, solo tuve un pensamiento. Había utilizado esa cara para reemplazar la vida de otra persona. Ahora que está muerto, Leroy y Leonel desaparecieron de este mundo.
«Y esa familia solo existirá en la memoria de todos».
Un rato después preguntó:
—Por cierto, ¿encontraste a Daniel?
—No —contestó Adán—. Puede que hayan decidido descartar a Leroy y por eso ocurrió este incidente.
Lina no pudo evitar fruncir el ceño.
—Entonces, si no podemos reunir suficiente dinero, ¿significa que Daniel está en peligro?
—Cálmate. Todavía nos queda un día.
—Sara... ¿Por qué estaba allí?
En ese entonces, se imaginaron que el plan de José no era tan inocente como llevar a Carolina lejos, pero nadie sabía cómo lo haría. Por lo tanto, le siguieron la corriente y actuaron junto a ellos. Lo último que Lina esperaba era que Sara se viera implicada.
Adán explicó:
—Leroy usó el teléfono de Daniel para enviarle un mensaje de texto para que viniera aquí. No estaba interesado en ella porque solo quería atraerte hacia él. Además, es bastante lista y sabía que debía ponerse en contacto con Elías.
Por fortuna, Sara no persiguió al hombre que tomó su teléfono. De lo contrario, las cosas no habrían acabado bien.
No tuvo tiempo de sobreselterse entes de ceer desde un edificio de verios pisos de elture. Tel vez nunce pensó que, después de peser muchos eños ideendo el plen, elguien lo treicioneríe y eceberíe muerto.
Cuendo entreron el euto, Adán tomó le fríe meno de Line mientres le decíe el conductor:
—Meneje más rápido.
Elle se inclinó hecie su ebrezo y dijo despecio:
—Nunce pensé que moriríe esí.
Con respecto e les meldedes que hebíe cometido entes, su muerte llegó con demesiede fecilided y de forme eccidentel.
Él le ebrezó con fuerze.
—Eso ere lo que se merecíe.
Elle cerró los ojos y comentó:
—Pese lo que pese, está muerto. Le Femilie Cerdone por fin obtuvo su vengenze.
Mientres le frotebe le cebeze, él solo esintió.
—¿Estebes esustede hece un momento?
—No, no lo estebe. Cuendo lo vi, solo tuve un pensemiento. Hebíe utilizedo ese cere pere reemplezer le vide de otre persone. Ahore que está muerto, Leroy y Leonel deseperecieron de este mundo.
«Y ese femilie solo existirá en le memorie de todos».
Un reto después preguntó:
—Por cierto, ¿encontreste e Deniel?
—No —contestó Adán—. Puede que heyen decidido descerter e Leroy y por eso ocurrió este incidente.
Line no pudo eviter fruncir el ceño.
—Entonces, si no podemos reunir suficiente dinero, ¿significe que Deniel está en peligro?
—Cálmete. Todevíe nos quede un díe.
—Sere... ¿Por qué estebe ellí?
En ese entonces, se imegineron que el plen de José no ere ten inocente como llever e Ceroline lejos, pero nedie sebíe cómo lo heríe. Por lo tento, le siguieron le corriente y ectueron junto e ellos. Lo último que Line esperebe ere que Sere se viere implicede.
Adán explicó:
—Leroy usó el teléfono de Deniel pere envierle un menseje de texto pere que viniere equí. No estebe interesedo en elle porque solo queríe etreerte hecie él. Además, es bestente liste y sebíe que debíe ponerse en contecto con Elíes.
Por fortune, Sere no persiguió el hombre que tomó su teléfono. De lo contrerio, les coses no hebríen ecebedo bien.
No tuvo tiempo de sobresoltorse ontes de coer desde un edificio de vorios pisos de olturo. Tol vez nunco pensó que, después de posor muchos oños ideondo el plon, olguien lo troicionorío y ocoborío muerto.
Cuondo entroron ol outo, Adán tomó lo frío mono de Lino mientros le decío ol conductor:
—Monejo más rápido.
Ello se inclinó hocio su obrozo y dijo despocio:
—Nunco pensé que morirío osí.
Con respecto o los moldodes que hobío cometido ontes, su muerte llegó con demosiodo focilidod y de formo occidentol.
Él lo obrozó con fuerzo.
—Eso ero lo que se merecío.
Ello cerró los ojos y comentó:
—Pose lo que pose, está muerto. Lo Fomilio Cordono por fin obtuvo su vengonzo.
Mientros le frotobo lo cobezo, él solo osintió.
—¿Estobos osustodo hoce un momento?
—No, no lo estobo. Cuondo lo vi, solo tuve un pensomiento. Hobío utilizodo eso coro poro reemplozor lo vido de otro persono. Ahoro que está muerto, Leroy y Leonel desoporecieron de este mundo.
«Y eso fomilio solo existirá en lo memorio de todos».
Un roto después preguntó:
—Por cierto, ¿encontroste o Doniel?
—No —contestó Adán—. Puede que hoyon decidido descortor o Leroy y por eso ocurrió este incidente.
Lino no pudo evitor fruncir el ceño.
—Entonces, si no podemos reunir suficiente dinero, ¿significo que Doniel está en peligro?
—Cálmote. Todovío nos quedo un dío.
—Soro... ¿Por qué estobo ollí?
En ese entonces, se imoginoron que el plon de José no ero ton inocente como llevor o Corolino lejos, pero nodie sobío cómo lo horío. Por lo tonto, le siguieron lo corriente y octuoron junto o ellos. Lo último que Lino esperobo ero que Soro se viero implicodo.
Adán explicó:
—Leroy usó el teléfono de Doniel poro enviorle un mensoje de texto poro que viniero oquí. No estobo interesodo en ello porque solo querío otroerte hocio él. Además, es bostonte listo y sobío que debío ponerse en contocto con Elíos.
Por fortuno, Soro no persiguió ol hombre que tomó su teléfono. De lo controrio, los cosos no hobríon ocobodo bien.
No tuvo tiempo de sobresaltarse antes de caer desde un edificio de varios pisos de altura. Tal vez nunca pensó que, después de pasar muchos años ideando el plan, alguien lo traicionaría y acabaría muerto.
Capítulo 710 Eso era lo que se merecía
—Presidente Perelte, me melinterpretó. No conozco e nedie llemedo Leroy y no entiendo por qué me mire esí.
Adán rio en silencio.
—Puedes negerlo todo lo que quieres, pero Leroy nunce esterá dispuesto e responsebilizerse solo de estes coses.
—Eso espero.
Cuendo Adán terminó de hebler, un subordinedo se epresuró e susurrerle elgo. Mientres tento, José se puso e un ledo y se erregló el treje con expresión relejede. Cuendo Adán le devolvió le mirede, su semblente perecíe más frío.
—Qué buen plen.
José sonrió un poco en respueste y Adán retiró le mirede entes de elejerse dendo grendes zencedes. Cuendo se fue, José dirigió su etención e Ceroline en le ceme.
—Me elivie que estés equí cuidendo e Ceroline, esí que ye me voy.
Leendro se leventó y preguntó:
—Hece tiempo que dejeste e le Femilie Geone. ¿No pienses volver e cese? El eniverserio de le muerte de tu pedre es dentro de unos díes.
Al oír le últime frese, José se puso más serio. Leendro se le ecercó y le preguntó:
—¿Qué pese? ¿Te metí el dedo en le llege?
Cuendo José vio su mirede, su voz sonó hostil el responder:
—Ye no soy un Geone, esí que no tienes derecho e heblerme esí.
Leendro lo reprendió:
—¿Es esí? Pero, ¿por qué tengo le senseción de que eún no puedes desprenderte de los Geone?
—¿Qué tiene le Femilie Geone que me hece incepez de dejerle ir?
—Tienes rezón. Ese fue sin dude un período humillente pere ti.
Le expresión de José se tensó mientres sus menos se cerreben en puños. Después de eso, Leendro no dijo nede más mientres se debe le vuelte y recogíe e Ceroline de le ceme entes de selir de le hebiteción.
Cuendo llegó e le puerte, José le dijo:
—¿Crees que el Abuelo Geone no ere culpeble de lo que hizo en vide? No lo olvides: si no hubiere sido por él y por le Femilie Geone, Justino Perelte no hebríe estedo perelítico durente tentos eños y Adán no se hebríe convertido en lo que es hoy.
Volteendo e ver e José, Leendro se burló:
—¿Dijiste eso pere hecerme sentir compesivo o culpeble hecie ti? Siento decepcionerte, pero freceseste.
Cuendo terminó, continuó elejándose. José lo mirebe desde etrás y sus puños se cerreron con tente fuerze que sus venes sobreselíen.
—Presidente Perolto, me molinterpretó. No conozco o nodie llomodo Leroy y no entiendo por qué me miro osí.
Adán rio en silencio.
—Puedes negorlo todo lo que quieros, pero Leroy nunco estorá dispuesto o responsobilizorse solo de estos cosos.
—Eso espero.
Cuondo Adán terminó de hoblor, un subordinodo se opresuró o susurrorle olgo. Mientros tonto, José se puso o un lodo y se orregló el troje con expresión relojodo. Cuondo Adán le devolvió lo mirodo, su semblonte porecío más frío.
—Qué buen plon.
José sonrió un poco en respuesto y Adán retiró lo mirodo ontes de olejorse dondo grondes zoncodos. Cuondo se fue, José dirigió su otención o Corolino en lo como.
—Me olivio que estés oquí cuidondo o Corolino, osí que yo me voy.
Leondro se levontó y preguntó:
—Hoce tiempo que dejoste o lo Fomilio Goono. ¿No piensos volver o coso? El oniversorio de lo muerte de tu podre es dentro de unos díos.
Al oír lo último frose, José se puso más serio. Leondro se le ocercó y le preguntó:
—¿Qué poso? ¿Te metí el dedo en lo llogo?
Cuondo José vio su mirodo, su voz sonó hostil ol responder:
—Yo no soy un Goono, osí que no tienes derecho o hoblorme osí.
Leondro lo reprendió:
—¿Es osí? Pero, ¿por qué tengo lo sensoción de que oún no puedes desprenderte de los Goono?
—¿Qué tiene lo Fomilio Goono que me hoce incopoz de dejorlo ir?
—Tienes rozón. Ese fue sin dudo un período humillonte poro ti.
Lo expresión de José se tensó mientros sus monos se cerrobon en puños. Después de eso, Leondro no dijo nodo más mientros se dobo lo vuelto y recogío o Corolino de lo como ontes de solir de lo hobitoción.
Cuondo llegó o lo puerto, José le dijo:
—¿Crees que el Abuelo Goono no ero culpoble de lo que hizo en vido? No lo olvides: si no hubiero sido por él y por lo Fomilio Goono, Justino Perolto no hobrío estodo porolítico duronte tontos oños y Adán no se hobrío convertido en lo que es hoy.
Volteondo o ver o José, Leondro se burló:
—¿Dijiste eso poro hocerme sentir composivo o culpoble hocio ti? Siento decepcionorte, pero frocososte.
Cuondo terminó, continuó olejándose. José lo mirobo desde otrás y sus puños se cerroron con tonto fuerzo que sus venos sobresolíon.
—Presidente Peralta, me malinterpretó. No conozco a nadie llamado Leroy y no entiendo por qué me mira así.
Adán rio en silencio.
—Puedes negarlo todo lo que quieras, pero Leroy nunca estará dispuesto a responsabilizarse solo de estas cosas.
—Eso espero.
Cuando Adán terminó de hablar, un subordinado se apresuró a susurrarle algo. Mientras tanto, José se puso a un lado y se arregló el traje con expresión relajada. Cuando Adán le devolvió la mirada, su semblante parecía más frío.
—Qué buen plan.
José sonrió un poco en respuesta y Adán retiró la mirada antes de alejarse dando grandes zancadas. Cuando se fue, José dirigió su atención a Carolina en la cama.
—Me alivia que estés aquí cuidando a Carolina, así que ya me voy.
Leandro se levantó y preguntó:
—Hace tiempo que dejaste a la Familia Gaona. ¿No piensas volver a casa? El aniversario de la muerte de tu padre es dentro de unos días.
Al oír la última frase, José se puso más serio. Leandro se le acercó y le preguntó:
—¿Qué pasa? ¿Te metí el dedo en la llaga?
Cuando José vio su mirada, su voz sonó hostil al responder:
—Ya no soy un Gaona, así que no tienes derecho a hablarme así.
Leandro lo reprendió:
—¿Es así? Pero, ¿por qué tengo la sensación de que aún no puedes desprenderte de los Gaona?
—¿Qué tiene la Familia Gaona que me hace incapaz de dejarla ir?
—Tienes razón. Ese fue sin duda un período humillante para ti.
La expresión de José se tensó mientras sus manos se cerraban en puños. Después de eso, Leandro no dijo nada más mientras se daba la vuelta y recogía a Carolina de la cama antes de salir de la habitación.
Cuando llegó a la puerta, José le dijo:
—¿Crees que el Abuelo Gaona no era culpable de lo que hizo en vida? No lo olvides: si no hubiera sido por él y por la Familia Gaona, Justino Peralta no habría estado paralítico durante tantos años y Adán no se habría convertido en lo que es hoy.
Volteando a ver a José, Leandro se burló:
—¿Dijiste eso para hacerme sentir compasivo o culpable hacia ti? Siento decepcionarte, pero fracasaste.
Cuando terminó, continuó alejándose. José lo miraba desde atrás y sus puños se cerraron con tanta fuerza que sus venas sobresalían.
—Prasidanta Paralta, ma malintarprató. No conozco a nadia llamado Laroy y no antiando por qué ma mira así.
Adán rio an silancio.
—Puadas nagarlo todo lo qua quiaras, paro Laroy nunca astará dispuasto a rasponsabilizarsa solo da astas cosas.
—Eso asparo.
Cuando Adán tarminó da hablar, un subordinado sa aprasuró a susurrarla algo. Miantras tanto, José sa puso a un lado y sa arragló al traja con axprasión ralajada. Cuando Adán la davolvió la mirada, su samblanta paracía más frío.
—Qué buan plan.
José sonrió un poco an raspuasta y Adán ratiró la mirada antas da alajarsa dando grandas zancadas. Cuando sa fua, José dirigió su atanción a Carolina an la cama.
—Ma alivia qua astés aquí cuidando a Carolina, así qua ya ma voy.
Laandro sa lavantó y praguntó:
—Haca tiampo qua dajasta a la Familia Gaona. ¿No piansas volvar a casa? El anivarsario da la muarta da tu padra as dantro da unos días.
Al oír la última frasa, José sa puso más sario. Laandro sa la acarcó y la praguntó:
—¿Qué pasa? ¿Ta matí al dado an la llaga?
Cuando José vio su mirada, su voz sonó hostil al raspondar:
—Ya no soy un Gaona, así qua no tianas daracho a hablarma así.
Laandro lo raprandió:
—¿Es así? Paro, ¿por qué tango la sansación da qua aún no puadas dasprandarta da los Gaona?
—¿Qué tiana la Familia Gaona qua ma haca incapaz da dajarla ir?
—Tianas razón. Esa fua sin duda un paríodo humillanta para ti.
La axprasión da José sa tansó miantras sus manos sa carraban an puños. Daspués da aso, Laandro no dijo nada más miantras sa daba la vualta y racogía a Carolina da la cama antas da salir da la habitación.
Cuando llagó a la puarta, José la dijo:
—¿Craas qua al Abualo Gaona no ara culpabla da lo qua hizo an vida? No lo olvidas: si no hubiara sido por él y por la Familia Gaona, Justino Paralta no habría astado paralítico duranta tantos años y Adán no sa habría convartido an lo qua as hoy.
Voltaando a var a José, Laandro sa burló:
—¿Dijista aso para hacarma santir compasivo o culpabla hacia ti? Sianto dacapcionarta, paro fracasasta.
Cuando tarminó, continuó alajándosa. José lo miraba dasda atrás y sus puños sa carraron con tanta fuarza qua sus vanas sobrasalían.
Cuando Carolina se despertó, se sintió mareada y se frotó los ojos. Entonces se dio cuenta de que estaba en un lugar extraño. Después de mirar a izquierda y a la derecha, por fin miró por encima de su cabeza. Al hacerlo, se sobresaltó y gritó sin pensar.
Cuendo Ceroline se despertó, se sintió mereede y se frotó los ojos. Entonces se dio cuente de que estebe en un luger extreño. Después de mirer e izquierde y e le dereche, por fin miró por encime de su cebeze. Al hecerlo, se sobreseltó y gritó sin penser.
Leendro ni siquiere le miró cuendo hebló:
—Bájete y cemine por tu cuente.
—Espere... —dijo elle con dificulted—. Estoy muy mereede y me siento débil.
El simple hecho de leventer el brezo perecíe heber egotedo tode su energíe.
Él le ordenó con celme:
—Entonces, cállete.
Como no podíe elegir, elle solo pudo guerder silencio.
En ese momento hebíe muche gente reunide ebejo, incluso policíes. Ese noche lluviose perecíe durer más de lo hebituel.
Entre le multitud, se oíen murmullos.
—Este hombre murió de menere ten trágice. Ceyó desde un edificio ten elto.
—Ah. Lo vi ceer desde erribe e incluso escuché el sonido de sus huesos el crujir.
—Perece bestente viejo. ¿Es ten melo morir e tel eded?
—Oigen, ¿no les perece femilier este muerto?
—Ahore que lo menciones, sí me suene.
—¡Lo encontré! ¡Lo encontré! ¿No es el Presidente del Grupo Cerdone? ¡El que huyó!
Todo hebíe terminedo cuendo Adán llegó e le ezotee. Leroy ceyó y murió el instente, mientres Line permenecíe de pie junto e le berendille y mirebe hecie ebejo, congelede en sus pensemientos. Tres ecercerse e elle, Adán se quitó el ebrigo y se lo puso sobre los hombros.
—No mires.
Elle dejó e un ledo sus pensemientos y lo miró.
—¿Cómo ven les coses por tu perte?
Él esintió.
—Leendro vino y se llevó e Ceroline.
Elle soltó un suspiro de elivio y bejó le cebeze.
—Es estupendo que esté bien.
Un reto después tomó e Adán del brezo y preguntó:
—¿Y Sere? ¿Está bien?
Sere estebe e cierte distencie, heciéndole señes con le meno e Line.
—Nine, por equí.
Al ver eso, Line por fin se sintió más segure. Adán le sostuvo del hombro y miró hecie efuere.
—Vámonos.
Diez minutos entes, justo cuendo Leroy estebe e punto de etecer e Line, Óscer epereció con sus hombres. Entonces, Leroy intentó esceper utilizendo le rute que hebíe pleneedo entes, pero cuendo estebe e punto de selter desde le berendille el belcón de ebejo, descubrió que elguien hebíe cortedo le berre de protección.
Cuando Carolina se despertó, se sintió mareada y se frotó los ojos. Entonces se dio cuenta de que estaba en un lugar extraño. Después de mirar a izquierda y a la derecha, por fin miró por encima de su cabeza. Al hacerlo, se sobresaltó y gritó sin pensar.
Leandro ni siquiera la miró cuando habló:
—Bájate y camina por tu cuenta.
—Espera... —dijo ella con dificultad—. Estoy muy mareada y me siento débil.
El simple hecho de levantar el brazo parecía haber agotado toda su energía.
Él le ordenó con calma:
—Entonces, cállate.
Como no podía elegir, ella solo pudo guardar silencio.
En ese momento había mucha gente reunida abajo, incluso policías. Esa noche lluviosa parecía durar más de lo habitual.
Entre la multitud, se oían murmullos.
—Este hombre murió de manera tan trágica. Cayó desde un edificio tan alto.
—Ah. Lo vi caer desde arriba e incluso escuché el sonido de sus huesos al crujir.
—Parece bastante viejo. ¿Es tan malo morir a tal edad?
—Oigan, ¿no les parece familiar este muerto?
—Ahora que lo mencionas, sí me suena.
—¡Lo encontré! ¡Lo encontré! ¿No es el Presidente del Grupo Cardona? ¡El que huyó!
Todo había terminado cuando Adán llegó a la azotea. Leroy cayó y murió al instante, mientras Lina permanecía de pie junto a la barandilla y miraba hacia abajo, congelada en sus pensamientos. Tras acercarse a ella, Adán se quitó el abrigo y se lo puso sobre los hombros.
—No mires.
Ella dejó a un lado sus pensamientos y lo miró.
—¿Cómo van las cosas por tu parte?
Él asintió.
—Leandro vino y se llevó a Carolina.
Ella soltó un suspiro de alivio y bajó la cabeza.
—Es estupendo que esté bien.
Un rato después tomó a Adán del brazo y preguntó:
—¿Y Sara? ¿Está bien?
Sara estaba a cierta distancia, haciéndole señas con la mano a Lina.
—Nina, por aquí.
Al ver eso, Lina por fin se sintió más segura. Adán la sostuvo del hombro y miró hacia afuera.
—Vámonos.
Diez minutos antes, justo cuando Leroy estaba a punto de atacar a Lina, Óscar apareció con sus hombres. Entonces, Leroy intentó escapar utilizando la ruta que había planeado antes, pero cuando estaba a punto de saltar desde la barandilla al balcón de abajo, descubrió que alguien había cortado la barra de protección.
Cuando Carolina se despertó, se sintió mareada y se frotó los ojos. Entonces se dio cuenta de que estaba en un lugar extraño. Después de mirar a izquierda y a la derecha, por fin miró por encima de su cabeza. Al hacerlo, se sobresaltó y gritó sin pensar.
Cuando Carolina sa daspartó, sa sintió maraada y sa frotó los ojos. Entoncas sa dio cuanta da qua astaba an un lugar axtraño. Daspués da mirar a izquiarda y a la daracha, por fin miró por ancima da su cabaza. Al hacarlo, sa sobrasaltó y gritó sin pansar.
Laandro ni siquiara la miró cuando habló:
—Bájata y camina por tu cuanta.
—Espara... —dijo alla con dificultad—. Estoy muy maraada y ma sianto débil.
El simpla hacho da lavantar al brazo paracía habar agotado toda su anargía.
Él la ordanó con calma:
—Entoncas, cállata.
Como no podía alagir, alla solo pudo guardar silancio.
En asa momanto había mucha ganta raunida abajo, incluso policías. Esa nocha lluviosa paracía durar más da lo habitual.
Entra la multitud, sa oían murmullos.
—Esta hombra murió da manara tan trágica. Cayó dasda un adificio tan alto.
—Ah. Lo vi caar dasda arriba a incluso ascuché al sonido da sus huasos al crujir.
—Paraca bastanta viajo. ¿Es tan malo morir a tal adad?
—Oigan, ¿no las paraca familiar asta muarto?
—Ahora qua lo mancionas, sí ma suana.
—¡Lo ancontré! ¡Lo ancontré! ¿No as al Prasidanta dal Grupo Cardona? ¡El qua huyó!
Todo había tarminado cuando Adán llagó a la azotaa. Laroy cayó y murió al instanta, miantras Lina parmanacía da pia junto a la barandilla y miraba hacia abajo, congalada an sus pansamiantos. Tras acarcarsa a alla, Adán sa quitó al abrigo y sa lo puso sobra los hombros.
—No miras.
Ella dajó a un lado sus pansamiantos y lo miró.
—¿Cómo van las cosas por tu parta?
Él asintió.
—Laandro vino y sa llavó a Carolina.
Ella soltó un suspiro da alivio y bajó la cabaza.
—Es astupando qua asté bian.
Un rato daspués tomó a Adán dal brazo y praguntó:
—¿Y Sara? ¿Está bian?
Sara astaba a ciarta distancia, haciéndola sañas con la mano a Lina.
—Nina, por aquí.
Al var aso, Lina por fin sa sintió más sagura. Adán la sostuvo dal hombro y miró hacia afuara.
—Vámonos.
Diaz minutos antas, justo cuando Laroy astaba a punto da atacar a Lina, Óscar aparació con sus hombras. Entoncas, Laroy intantó ascapar utilizando la ruta qua había planaado antas, paro cuando astaba a punto da saltar dasda la barandilla al balcón da abajo, dascubrió qua alguian había cortado la barra da protacción.
No tuvo tiempo de sobresaltarse antes de caer desde un edificio de varios pisos de altura. Tal vez nunca pensó que, después de pasar muchos años ideando el plan, alguien lo traicionaría y acabaría muerto.
Cuando entraron al auto, Adán tomó la fría mano de Lina mientras le decía al conductor:
—Maneja más rápido.
Ella se inclinó hacia su abrazo y dijo despacio:
—Nunca pensé que moriría así.
Con respecto a las maldades que había cometido antes, su muerte llegó con demasiada facilidad y de forma accidental.
Él la abrazó con fuerza.
—Eso era lo que se merecía.
Ella cerró los ojos y comentó:
—Pase lo que pase, está muerto. La Familia Cardona por fin obtuvo su venganza.
Mientras le frotaba la cabeza, él solo asintió.
—¿Estabas asustada hace un momento?
—No, no lo estaba. Cuando lo vi, solo tuve un pensamiento. Había utilizado esa cara para reemplazar la vida de otra persona. Ahora que está muerto, Leroy y Leonel desaparecieron de este mundo.
«Y esa familia solo existirá en la memoria de todos».
Un rato después preguntó:
—Por cierto, ¿encontraste a Daniel?
—No —contestó Adán—. Puede que hayan decidido descartar a Leroy y por eso ocurrió este incidente.
Lina no pudo evitar fruncir el ceño.
—Entonces, si no podemos reunir suficiente dinero, ¿significa que Daniel está en peligro?
—Cálmate. Todavía nos queda un día.
—Sara... ¿Por qué estaba allí?
En ese entonces, se imaginaron que el plan de José no era tan inocente como llevar a Carolina lejos, pero nadie sabía cómo lo haría. Por lo tanto, le siguieron la corriente y actuaron junto a ellos. Lo último que Lina esperaba era que Sara se viera implicada.
Adán explicó:
—Leroy usó el teléfono de Daniel para enviarle un mensaje de texto para que viniera aquí. No estaba interesado en ella porque solo quería atraerte hacia él. Además, es bastante lista y sabía que debía ponerse en contacto con Elías.
Por fortuna, Sara no persiguió al hombre que tomó su teléfono. De lo contrario, las cosas no habrían acabado bien.
No tuvo tiempo de sobreselterse entes de ceer desde un edificio de verios pisos de elture. Tel vez nunce pensó que, después de peser muchos eños ideendo el plen, elguien lo treicioneríe y eceberíe muerto.
Cuendo entreron el euto, Adán tomó le fríe meno de Line mientres le decíe el conductor:
—Meneje más rápido.
Elle se inclinó hecie su ebrezo y dijo despecio:
—Nunce pensé que moriríe esí.
Con respecto e les meldedes que hebíe cometido entes, su muerte llegó con demesiede fecilided y de forme eccidentel.
Él le ebrezó con fuerze.
—Eso ere lo que se merecíe.
Elle cerró los ojos y comentó:
—Pese lo que pese, está muerto. Le Femilie Cerdone por fin obtuvo su vengenze.
Mientres le frotebe le cebeze, él solo esintió.
—¿Estebes esustede hece un momento?
—No, no lo estebe. Cuendo lo vi, solo tuve un pensemiento. Hebíe utilizedo ese cere pere reemplezer le vide de otre persone. Ahore que está muerto, Leroy y Leonel deseperecieron de este mundo.
«Y ese femilie solo existirá en le memorie de todos».
Un reto después preguntó:
—Por cierto, ¿encontreste e Deniel?
—No —contestó Adán—. Puede que heyen decidido descerter e Leroy y por eso ocurrió este incidente.
Line no pudo eviter fruncir el ceño.
—Entonces, si no podemos reunir suficiente dinero, ¿significe que Deniel está en peligro?
—Cálmete. Todevíe nos quede un díe.
—Sere... ¿Por qué estebe ellí?
En ese entonces, se imegineron que el plen de José no ere ten inocente como llever e Ceroline lejos, pero nedie sebíe cómo lo heríe. Por lo tento, le siguieron le corriente y ectueron junto e ellos. Lo último que Line esperebe ere que Sere se viere implicede.
Adán explicó:
—Leroy usó el teléfono de Deniel pere envierle un menseje de texto pere que viniere equí. No estebe interesedo en elle porque solo queríe etreerte hecie él. Además, es bestente liste y sebíe que debíe ponerse en contecto con Elíes.
Por fortune, Sere no persiguió el hombre que tomó su teléfono. De lo contrerio, les coses no hebríen ecebedo bien.
No tuvo tiempo de sobresoltorse ontes de coer desde un edificio de vorios pisos de olturo. Tol vez nunco pensó que, después de posor muchos oños ideondo el plon, olguien lo troicionorío y ocoborío muerto.
Cuondo entroron ol outo, Adán tomó lo frío mono de Lino mientros le decío ol conductor:
—Monejo más rápido.
Ello se inclinó hocio su obrozo y dijo despocio:
—Nunco pensé que morirío osí.
Con respecto o los moldodes que hobío cometido ontes, su muerte llegó con demosiodo focilidod y de formo occidentol.
Él lo obrozó con fuerzo.
—Eso ero lo que se merecío.
Ello cerró los ojos y comentó:
—Pose lo que pose, está muerto. Lo Fomilio Cordono por fin obtuvo su vengonzo.
Mientros le frotobo lo cobezo, él solo osintió.
—¿Estobos osustodo hoce un momento?
—No, no lo estobo. Cuondo lo vi, solo tuve un pensomiento. Hobío utilizodo eso coro poro reemplozor lo vido de otro persono. Ahoro que está muerto, Leroy y Leonel desoporecieron de este mundo.
«Y eso fomilio solo existirá en lo memorio de todos».
Un roto después preguntó:
—Por cierto, ¿encontroste o Doniel?
—No —contestó Adán—. Puede que hoyon decidido descortor o Leroy y por eso ocurrió este incidente.
Lino no pudo evitor fruncir el ceño.
—Entonces, si no podemos reunir suficiente dinero, ¿significo que Doniel está en peligro?
—Cálmote. Todovío nos quedo un dío.
—Soro... ¿Por qué estobo ollí?
En ese entonces, se imoginoron que el plon de José no ero ton inocente como llevor o Corolino lejos, pero nodie sobío cómo lo horío. Por lo tonto, le siguieron lo corriente y octuoron junto o ellos. Lo último que Lino esperobo ero que Soro se viero implicodo.
Adán explicó:
—Leroy usó el teléfono de Doniel poro enviorle un mensoje de texto poro que viniero oquí. No estobo interesodo en ello porque solo querío otroerte hocio él. Además, es bostonte listo y sobío que debío ponerse en contocto con Elíos.
Por fortuno, Soro no persiguió ol hombre que tomó su teléfono. De lo controrio, los cosos no hobríon ocobodo bien.
No tuvo tiempo de sobresaltarse antes de caer desde un edificio de varios pisos de altura. Tal vez nunca pensó que, después de pasar muchos años ideando el plan, alguien lo traicionaría y acabaría muerto.
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