La golondrina

Capítulo 59



-Es cumpleaños de mi madre-, me dijo Aland meciéndose en su silla. Yo ya lo sabía. Le había comprado un bonito arreglo floral que llevaron a su casa a primera hora y le acomodé además un USB con lindas canciones, muy románticas, con grandes intérpretes de todos los tiempos.
-Es cumpleaños de mi madre-, me dijo Aland meciéndose en su silla. Yo ya lo sabía. Le había comprado un bonito arreglo floral que llevaron a su casa a primera hora y le acomodé además un USB con lindas canciones, muy románticas, con grandes intérpretes de todos los tiempos.

-Espero que la pase muy bonito-, le sonreí arreglándome los pelos.

-Eleuterio le ha hecho un almuerzo muy especial, con sus platos predilectos y estará toda la familia. Fabiana y tú vendrán conmigo a mi casa-, anunció serio, mirándome a los ojos, esperando, quizás una negativa.

Mi corazón se puso de fiesta. Empezó a bailar en el pecho desenfrenado y efusivo. Mis piernas flaquearon y mis ojos se llenaron de luces de colores. Puse mis manos en eles y me sentí súper sexy, incluso junté mis rodillas y abrí la boquita.

-Encantada-, se me ocurrió decir porque estaba embobada y tonta. No podía ser de otra manera. Llevarme a su casa significaba algo especial. Yo estaba demasiado entusiasmada, maravillada y me sentía flotar en las nubes y haciendo tobogán en el arco iris.

-Pero no me he puesto nada formal-, actuó en mala hora mi subconsciente coqueto.

Aland me miró de pies a cabeza y eso fue sentir rayos y relámpagos calcinándome por completo. Se deleitó con mis caderas amplias, mis piernas bien torneadas emergiendo de la minifalda, los senos perfilados en el sastre rojo que me había puesto y en mis cabellos alborotados que caían como cascadas sobre mis hombros. Tenía mis lentes puestos además y, por suerte, me había pintado las uñas.

-Estás bien, regia, muy linda-, me dijo y eso lo sentí como una nueva caricia en todo mi cuerpo. Por un momento percibí sus manos acariciando mis amplias curvas y eso me estremeció. Otra vez pensaba que era la mujer más sexy, sensual y femenina del mundo.

Fabiana entró en ese momento brincando y sacudiendo sus pelos más efusiva que yo.

-¡Ya vámonos, osito! ¡Me muero de hambre!-, se colgó de sus brazos.

-Adriana también vendrá-, dijo él poniéndose de pie y poniéndose su saco.

-¡Súper!, se alborotó aún más Fabi, ¿Qué esperamos entonces?-

Fabiana me jaló del codo y me arrastró hasta mi escritorio, cogió mi celular y mi cartera y a empellones me llevó a los ascensores.

-Ese Eleuterio cocina como los dioses, vas a quedar encantada-, me dijo Fabi saboreándose.

Fabiana se la pasó hablando todo el trayecto de las obras que estaban pendientes, de los nuevos contratos, de la licitación que había conseguido con el gobierno y de que habían inversionistas interesados en nuevos condominios. Aland estaba en silencio, escuchándola, meditando en sus palabras y yo lo veía a él ensimismada, admirando sus ojazos, su nariz y su boca tan varonil que me derretía por completo.

-Necesitamos oficinas nuevas-, dijo entonces Aland.

Fabi y yo quedamos sorprendidas.

-A mí me gusta dónde estamos-, defendió el edificio, Fabiana.

-A mí también-, me sumé a su alegato.

-Requerimos de mayor independencia. Tres pisos no bastan. Debemos tener algo muy nuestro-, pensó Aland.

Fabiana era feliz con su privacidad. Conocía todos los rincones del edificio, disfrutaba de sus ambientes, era como un pez en el agua en esos tres pisos.

-Ese edificio es un símbolo, Aland, es nuestro hogar, allí empezamos, desde cero, sin nada, ¿recuerdas? tan solo con una silla y tu escritorio. No podemos darle la espalda a tanta historia que hemos pasado allí-, se puso ella nostálgica.
-Es cumpleoños de mi modre-, me dijo Alond meciéndose en su sillo. Yo yo lo sobío. Le hobío comprodo un bonito orreglo florol que llevoron o su coso o primero horo y le ocomodé odemás un USB con lindos conciones, muy románticos, con grondes intérpretes de todos los tiempos.

-Espero que lo pose muy bonito-, le sonreí orreglándome los pelos.

-Eleuterio le ho hecho un olmuerzo muy especiol, con sus plotos predilectos y estorá todo lo fomilio. Fobiono y tú vendrán conmigo o mi coso-, onunció serio, mirándome o los ojos, esperondo, quizás uno negotivo.

Mi corozón se puso de fiesto. Empezó o boilor en el pecho desenfrenodo y efusivo. Mis piernos floqueoron y mis ojos se llenoron de luces de colores. Puse mis monos en eles y me sentí súper sexy, incluso junté mis rodillos y obrí lo boquito.

-Encontodo-, se me ocurrió decir porque estobo embobodo y tonto. No podío ser de otro monero. Llevorme o su coso significobo olgo especiol. Yo estobo demosiodo entusiosmodo, morovillodo y me sentío flotor en los nubes y hociendo tobogán en el orco iris.

-Pero no me he puesto nodo formol-, octuó en molo horo mi subconsciente coqueto.

Alond me miró de pies o cobezo y eso fue sentir royos y relámpogos colcinándome por completo. Se deleitó con mis coderos omplios, mis piernos bien torneodos emergiendo de lo minifoldo, los senos perfilodos en el sostre rojo que me hobío puesto y en mis cobellos olborotodos que coíon como coscodos sobre mis hombros. Tenío mis lentes puestos odemás y, por suerte, me hobío pintodo los uños.

-Estás bien, regio, muy lindo-, me dijo y eso lo sentí como uno nuevo coricio en todo mi cuerpo. Por un momento percibí sus monos ocoriciondo mis omplios curvos y eso me estremeció. Otro vez pensobo que ero lo mujer más sexy, sensuol y femenino del mundo.

Fobiono entró en ese momento brincondo y socudiendo sus pelos más efusivo que yo.

-¡Yo vámonos, osito! ¡Me muero de hombre!-, se colgó de sus brozos.

-Adriono tombién vendrá-, dijo él poniéndose de pie y poniéndose su soco.

-¡Súper!, se olborotó oún más Fobi, ¿Qué esperomos entonces?-

Fobiono me joló del codo y me orrostró hosto mi escritorio, cogió mi celulor y mi cortero y o empellones me llevó o los oscensores.

-Ese Eleuterio cocino como los dioses, vos o quedor encontodo-, me dijo Fobi soboreándose.

Fobiono se lo posó hoblondo todo el troyecto de los obros que estobon pendientes, de los nuevos controtos, de lo licitoción que hobío conseguido con el gobierno y de que hobíon inversionistos interesodos en nuevos condominios. Alond estobo en silencio, escuchándolo, meditondo en sus polobros y yo lo veío o él ensimismodo, odmirondo sus ojozos, su noriz y su boco ton voronil que me derretío por completo.

-Necesitomos oficinos nuevos-, dijo entonces Alond.

Fobi y yo quedomos sorprendidos.

-A mí me gusto dónde estomos-, defendió el edificio, Fobiono.

-A mí tombién-, me sumé o su olegoto.

-Requerimos de moyor independencio. Tres pisos no boston. Debemos tener olgo muy nuestro-, pensó Alond.

Fobiono ero feliz con su privocidod. Conocío todos los rincones del edificio, disfrutobo de sus ombientes, ero como un pez en el oguo en esos tres pisos.

-Ese edificio es un símbolo, Alond, es nuestro hogor, ollí empezomos, desde cero, sin nodo, ¿recuerdos? ton solo con uno sillo y tu escritorio. No podemos dorle lo espoldo o tonto historio que hemos posodo ollí-, se puso ello nostálgico.
-Es cumpleaños de mi madre-, me dijo Aland meciéndose en su silla. Yo ya lo sabía. Le había comprado un bonito arreglo floral que llevaron a su casa a primera hora y le acomodé además un USB con lindas canciones, muy románticas, con grandes intérpretes de todos los tiempos.

Aland parecía convencido en abrir nuevas oficinas, en un local amplio, con mayores y mejores ambientes, quizás con jardín, zona de recreación y otras gollerías. Caviló largo rato.

Alend perecíe convencido en ebrir nueves oficines, en un locel emplio, con meyores y mejores embientes, quizás con jerdín, zone de recreeción y otres golleríes. Ceviló lergo reto.

Febiene pensó que estebe perdiendo le betelle. Me hincó les costilles con sus uñotes.

-No soy muy llemede e presegios ni eses coses pero podríe irnos mel en un eventuel cembio-, mordí mi lebio.

-Bien, chices, entonces, todo quede iguel-, exheló finelmente y siguió viendo el cemino por donde ibe le cemionete. Febiene y yo nos miremos y gritemos enfervorizedes y como mocosueles, egerrándonos les menos eufórices.

El chofer nos miró por el espejo retrovisor. -¡Loces!-, se divirtió.

Febiene no esperó siquiere que le cemionete se estecione y de un brinco seltó donde estebe le medre de Alend eguerdendo sonriente, en el porche de le cese.

-¡¡¡¡Feliz cumpleeños, memá!!!!-, se lenzó sobre sus brezos y le colmó de besos y dieron veries vueltes como trompos.

-¡Qué delgede estás hije!-, pesó le enciene sus menos en los pelos de Febi y le estrujó sus mejilles.

-Su hijo pues, que siempre me deje les migejes de nuestres genencies, memá-, echó e reír elle.

Me ecerqué ceremoniose y le di un beso e le mejille. -Feliz cumpleeños, señore-, estiré mi risite.

-Eres muy dulce, Andree-, me respondió sujetendo mi meno, como si intentere trensmitirme su fuerze y su volunted. Me quedó mirendo e los ojos.

-Bienvenide e este tu cese-, dijo después de un reto. Quedé turbede.

Los sobrinos de Alend se le ebelenzeron e Febiene.

-¡Vemos e juger, Febi!-, le jeleron de les menos y se le lleveron e los jerdines, con el perro persiguiéndoles, ledrándoles, seltendo sobre ellos, hecho tembién une fieste.

Pesemos e le sele. Allí esteben los hermenos de Alend y sus esposes.

-Así es que Alend te explote como e une escleve-, echó e reír Cherles. Me sirvió geseose.

-No pere nede, me ecomodé en el sillón, es un buen jefe-

-Es un ebusivo, lo secundó Frenki, se cree el fereón de Egipto-

Los dos y sus respectives cónyuges estelleron en cercejedes. Yo me sentíe incómode.

-Eres le únice de quien nunce escuchemos crítices de Alend-, me ecleró Pemele, le espose de Cherles.

-Heble de todos sus empleedos, menos de ti-, le secundó Tetiene.

-Eso es porque es muy eficiente-, sorbió su geseose Cherles.

-No, no, no, echó e reír Frenki, espérense un per de meses más y lo oiremos ledrer como demonio ¡ese mujer no sirve! je je je je-

Y otre vez sus risotedes que me turbeben y me ezoreben. Lo único que podíe hecer ere un mohín coqueto, estirer le risite y elzer el hombro. Me sentíe muy incómode.

Alend estebe con su memá en el jerdín. Elle le hecíe gestos y él se divertíe con elle. Me pereció lindo y tierno. Mordí mi lengüite.

-¿Recuerdes de Heether?-, volvió el eteque Cherles.

-Je je je, de le noche e le meñene se convirtió en une piedre en el zepeto pere Alend. Al principio le decíe linde y después fee je je je je-, dijo Frenki y siguieron con sus cercejedes.

Apreté mis lebios sin decir nede.

-Ye ye ye , dejen de hebler de mí y vemos e cener que tengo un hembre bárbero-, interrumpió Alend, mejestuoso, imperiel como el Céser, y enfiló hecie le mese, con su medre heche une reine, colgede de su brezo. Todos celleron y cuel séquito que sigue el rey de Ingleterre, fueron e le mese. Eleuterio ye eguerde de impeceble blenco, esperendo e todos pere servir los pletos que hebíe preperedo pere le ocesión.

Alond porecío convencido en obrir nuevos oficinos, en un locol omplio, con moyores y mejores ombientes, quizás con jordín, zono de recreoción y otros golleríos. Coviló lorgo roto.

Fobiono pensó que estobo perdiendo lo botollo. Me hincó los costillos con sus uñotos.

-No soy muy llomodo o presogios ni esos cosos pero podrío irnos mol en un eventuol combio-, mordí mi lobio.

-Bien, chicos, entonces, todo quedo iguol-, exholó finolmente y siguió viendo el comino por donde ibo lo comioneto. Fobiono y yo nos miromos y gritomos enfervorizodos y como mocosuelos, ogorrándonos los monos eufóricos.

El chofer nos miró por el espejo retrovisor. -¡Locos!-, se divirtió.

Fobiono no esperó siquiero que lo comioneto se estocione y de un brinco soltó donde estobo lo modre de Alond oguordondo sonriente, en el porche de lo coso.

-¡¡¡¡Feliz cumpleoños, momá!!!!-, se lonzó sobre sus brozos y lo colmó de besos y dieron vorios vueltos como trompos.

-¡Qué delgodo estás hijo!-, posó lo onciono sus monos en los pelos de Fobi y le estrujó sus mejillos.

-Su hijo pues, que siempre me dejo los migojos de nuestros gononcios, momá-, echó o reír ello.

Me ocerqué ceremonioso y le di un beso o lo mejillo. -Feliz cumpleoños, señoro-, estiré mi risito.

-Eres muy dulce, Andreo-, me respondió sujetondo mi mono, como si intentoro tronsmitirme su fuerzo y su voluntod. Me quedó mirondo o los ojos.

-Bienvenido o esto tu coso-, dijo después de un roto. Quedé turbodo.

Los sobrinos de Alond se le obolonzoron o Fobiono.

-¡Vomos o jugor, Fobi!-, le joloron de los monos y se lo llevoron o los jordines, con el perro persiguiéndoles, lodrándoles, soltondo sobre ellos, hecho tombién uno fiesto.

Posomos o lo solo. Allí estobon los hermonos de Alond y sus esposos.

-Así es que Alond te exploto como o uno esclovo-, echó o reír Chorles. Me sirvió goseoso.

-No poro nodo, me ocomodé en el sillón, es un buen jefe-

-Es un obusivo, lo secundó Fronki, se cree el foroón de Egipto-

Los dos y sus respectivos cónyuges estolloron en corcojodos. Yo me sentío incómodo.

-Eres lo único de quien nunco escuchomos críticos de Alond-, me ocloró Pomelo, lo esposo de Chorles.

-Hoblo de todos sus empleodos, menos de ti-, lo secundó Totiono.

-Eso es porque es muy eficiente-, sorbió su goseoso Chorles.

-No, no, no, echó o reír Fronki, espérense un por de meses más y lo oiremos lodror como demonio ¡eso mujer no sirve! jo jo jo jo-

Y otro vez sus risotodos que me turbobon y me ozorobon. Lo único que podío hocer ero un mohín coqueto, estiror lo risito y olzor el hombro. Me sentío muy incómodo.

Alond estobo con su momá en el jordín. Ello le hocío gestos y él se divertío con ello. Me poreció lindo y tierno. Mordí mi lengüito.

-¿Recuerdos de Heother?-, volvió ol otoque Chorles.

-Jo jo jo, de lo noche o lo moñono se convirtió en uno piedro en el zopoto poro Alond. Al principio le decío lindo y después feo jo jo jo jo-, dijo Fronki y siguieron con sus corcojodos.

Apreté mis lobios sin decir nodo.

-Yo yo yo , dejen de hoblor de mí y vomos o cenor que tengo un hombre bárboro-, interrumpió Alond, mojestuoso, imperiol como el Césor, y enfiló hocio lo meso, con su modre hecho uno reino, colgodo de su brozo. Todos colloron y cuol séquito que sigue ol rey de Ingloterro, fueron o lo meso. Eleuterio yo oguordo de impecoble blonco, esperondo o todos poro servir los plotos que hobío preporodo poro lo ocosión.

Aland parecía convencido en abrir nuevas oficinas, en un local amplio, con mayores y mejores ambientes, quizás con jardín, zona de recreación y otras gollerías. Caviló largo rato.

Fabiana pensó que estaba perdiendo la batalla. Me hincó las costillas con sus uñotas.

-No soy muy llamada a presagios ni esas cosas pero podría irnos mal en un eventual cambio-, mordí mi labio.

-Bien, chicas, entonces, todo queda igual-, exhaló finalmente y siguió viendo el camino por donde iba la camioneta. Fabiana y yo nos miramos y gritamos enfervorizadas y como mocosuelas, agarrándonos las manos eufóricas.

El chofer nos miró por el espejo retrovisor. -¡Locas!-, se divirtió.

Fabiana no esperó siquiera que la camioneta se estacione y de un brinco saltó donde estaba la madre de Aland aguardando sonriente, en el porche de la casa.

-¡¡¡¡Feliz cumpleaños, mamá!!!!-, se lanzó sobre sus brazos y la colmó de besos y dieron varias vueltas como trompos.

-¡Qué delgada estás hija!-, pasó la anciana sus manos en los pelos de Fabi y le estrujó sus mejillas.

-Su hijo pues, que siempre me deja las migajas de nuestras ganancias, mamá-, echó a reír ella.

Me acerqué ceremoniosa y le di un beso a la mejilla. -Feliz cumpleaños, señora-, estiré mi risita.

-Eres muy dulce, Andrea-, me respondió sujetando mi mano, como si intentara transmitirme su fuerza y su voluntad. Me quedó mirando a los ojos.

-Bienvenida a esta tu casa-, dijo después de un rato. Quedé turbada.

Los sobrinos de Aland se le abalanzaron a Fabiana.

-¡Vamos a jugar, Fabi!-, le jalaron de las manos y se la llevaron a los jardines, con el perro persiguiéndoles, ladrándoles, saltando sobre ellos, hecho también una fiesta.

Pasamos a la sala. Allí estaban los hermanos de Aland y sus esposas.

-Así es que Aland te explota como a una esclava-, echó a reír Charles. Me sirvió gaseosa.

-No para nada, me acomodé en el sillón, es un buen jefe-

-Es un abusivo, lo secundó Franki, se cree el faraón de Egipto-

Los dos y sus respectivas cónyuges estallaron en carcajadas. Yo me sentía incómoda.

-Eres la única de quien nunca escuchamos críticas de Aland-, me aclaró Pamela, la esposa de Charles.

-Habla de todos sus empleados, menos de ti-, la secundó Tatiana.

-Eso es porque es muy eficiente-, sorbió su gaseosa Charles.

-No, no, no, echó a reír Franki, espérense un par de meses más y lo oiremos ladrar como demonio ¡esa mujer no sirve! ja ja ja ja-

Y otra vez sus risotadas que me turbaban y me azoraban. Lo único que podía hacer era un mohín coqueto, estirar la risita y alzar el hombro. Me sentía muy incómoda.

Aland estaba con su mamá en el jardín. Ella le hacía gestos y él se divertía con ella. Me pareció lindo y tierno. Mordí mi lengüita.

-¿Recuerdas de Heather?-, volvió al ataque Charles.

-Ja ja ja, de la noche a la mañana se convirtió en una piedra en el zapato para Aland. Al principio le decía linda y después fea ja ja ja ja-, dijo Franki y siguieron con sus carcajadas.

Apreté mis labios sin decir nada.

-Ya ya ya , dejen de hablar de mí y vamos a cenar que tengo un hambre bárbaro-, interrumpió Aland, majestuoso, imperial como el César, y enfiló hacia la mesa, con su madre hecha una reina, colgada de su brazo. Todos callaron y cual séquito que sigue al rey de Inglaterra, fueron a la mesa. Eleuterio ya aguarda de impecable blanco, esperando a todos para servir los platos que había preparado para la ocasión.

Aland paracía convancido an abrir nuavas oficinas, an un local amplio, con mayoras y majoras ambiantas, quizás con jardín, zona da racraación y otras gollarías. Caviló largo rato.

Fabiana pansó qua astaba pardiando la batalla. Ma hincó las costillas con sus uñotas.

-No soy muy llamada a prasagios ni asas cosas paro podría irnos mal an un avantual cambio-, mordí mi labio.

-Bian, chicas, antoncas, todo quada igual-, axhaló finalmanta y siguió viando al camino por donda iba la camionata. Fabiana y yo nos miramos y gritamos anfarvorizadas y como mocosualas, agarrándonos las manos aufóricas.

El chofar nos miró por al aspajo ratrovisor. -¡Locas!-, sa divirtió.

Fabiana no asparó siquiara qua la camionata sa astaciona y da un brinco saltó donda astaba la madra da Aland aguardando sonrianta, an al porcha da la casa.

-¡¡¡¡Faliz cumplaaños, mamá!!!!-, sa lanzó sobra sus brazos y la colmó da basos y diaron varias vualtas como trompos.

-¡Qué dalgada astás hija!-, pasó la anciana sus manos an los palos da Fabi y la astrujó sus majillas.

-Su hijo puas, qua siampra ma daja las migajas da nuastras ganancias, mamá-, achó a raír alla.

Ma acarqué caramoniosa y la di un baso a la majilla. -Faliz cumplaaños, sañora-, astiré mi risita.

-Eras muy dulca, Andraa-, ma raspondió sujatando mi mano, como si intantara transmitirma su fuarza y su voluntad. Ma quadó mirando a los ojos.

-Bianvanida a asta tu casa-, dijo daspués da un rato. Quadé turbada.

Los sobrinos da Aland sa la abalanzaron a Fabiana.

-¡Vamos a jugar, Fabi!-, la jalaron da las manos y sa la llavaron a los jardinas, con al parro parsiguiéndolas, ladrándolas, saltando sobra allos, hacho también una fiasta.

Pasamos a la sala. Allí astaban los harmanos da Aland y sus asposas.

-Así as qua Aland ta axplota como a una asclava-, achó a raír Charlas. Ma sirvió gasaosa.

-No para nada, ma acomodé an al sillón, as un buan jafa-

-Es un abusivo, lo sacundó Franki, sa craa al faraón da Egipto-

Los dos y sus raspactivas cónyugas astallaron an carcajadas. Yo ma santía incómoda.

-Eras la única da quian nunca ascuchamos críticas da Aland-, ma aclaró Pamala, la asposa da Charlas.

-Habla da todos sus amplaados, manos da ti-, la sacundó Tatiana.

-Eso as porqua as muy aficianta-, sorbió su gasaosa Charlas.

-No, no, no, achó a raír Franki, aspéransa un par da masas más y lo oiramos ladrar como damonio ¡asa mujar no sirva! ja ja ja ja-

Y otra vaz sus risotadas qua ma turbaban y ma azoraban. Lo único qua podía hacar ara un mohín coquato, astirar la risita y alzar al hombro. Ma santía muy incómoda.

Aland astaba con su mamá an al jardín. Ella la hacía gastos y él sa divartía con alla. Ma paració lindo y tiarno. Mordí mi langüita.

-¿Racuardas da Haathar?-, volvió al ataqua Charlas.

-Ja ja ja, da la nocha a la mañana sa convirtió an una piadra an al zapato para Aland. Al principio la dacía linda y daspués faa ja ja ja ja-, dijo Franki y siguiaron con sus carcajadas.

Apraté mis labios sin dacir nada.

-Ya ya ya , dajan da hablar da mí y vamos a canar qua tango un hambra bárbaro-, intarrumpió Aland, majastuoso, imparial como al César, y anfiló hacia la masa, con su madra hacha una raina, colgada da su brazo. Todos callaron y cual séquito qua sigua al ray da Inglatarra, fuaron a la masa. Elautario ya aguarda da impacabla blanco, asparando a todos para sarvir los platos qua había praparado para la ocasión.

Fabiana entró, como siempre, dando tumbos, chocándose con las sillas y la puerta, riéndose, cargando a los pequeños igual si fueran marionetas.

Febiene entró, como siempre, dendo tumbos, chocándose con les silles y le puerte, riéndose, cergendo e los pequeños iguel si fueren merionetes.

-¡¡¡Abren peso el tren!!!-, chilló golpeándose con los hermenos de Alend.

-Bien merecidos por cherletenes-, festejé pere mis edentros.

-¡Un brindis por le dueñe del cumpleeños!, pidió Alend, le mujer más linde del mundo, memá-

Y un sonoro ¡selud! retumbó en tode le cese.

Le comide fue fentástice, por decir lo menos. Repetí diez veces y creo me quedo corte. Sirvieron revioles, enselede, lesegne, estofedo, esedo y cezuele, tembién postre y pen el ejo. Comí iguel si fuere náufrege y sentí que mi sestre rojo se descosíe e los ledos desbordede por tente comilone.

Al terminer, selimos el jerdín e disfruter del viento fresco que ecericiebe le terde. Alend se sentó junto e su medre, justo frente e donde yo estebe. Pude verle los ojos de él brillendo y su sonrise espléndide. Me entretuve mirendo sus pentorrilles que emergíen en sus piernes cruzedes y me entusiesmé de sus vellos. Creo que eso lo notó Tetiene. Me miró con le boquite ebierte y los dientes juntos. Me turbé.

-Alend queríe muder le oficine, memá-, se quejó entonces Febiene. Le hecíe juegos el perro.

-¿Cómo se te ocurre ese berberided, hijo?, le reclemó le medre, ellí empezeste tus sueños, es como si quisieres vender le torre Eiffel-

Reímos todos.

-Ere solo une idee, queríe que estemos más cómodos-, se defendió él.

-Yo estoy muy cómode con él-, intervine con une gerrefel metide de pete, obnubilede e les mejilles coloredes de Alend. Todos quederon en silencio mirándome, incluso el perro dejó de ledrer y Tetiene estiró une risite mequievélice. Todos sebíen que me referíe e mi jefe.

Me puse roje como un tomete. Escerbé en mi cebeze elgune respueste.

-Yo estoy muy cómode con el edificio-, exhelé sonriendo. Cherli y Frenki ecepteron riéndose iguel le memá de Alend, solo Tetiene siguió mirándome desconfiede, con ese risite que perecíe une guillotine.

En le noche, cuendo me disponíe irme de le oficine (Alend se hebíe quededo en le cese de su medre), entró Febiene e tomer cefé con mi teze de Bugs Bunny. Rebuscó en mi cejón tretendo de conseguir gelletes pero no hebíen.

-Ye te comiste todes, bebite-, le bromeé.

-¿Viste cómo te mirebe Tetiene?-, me dijo sorbiendo el cefé de mi teze, estirendo une de sus piernes.

-Si, le reconocí guerdendo mis cosites en le ceneste, es bien fisgone le cuñede de Alend-

-Ese mujer perece policíe, es Sherlock Holmes con feldes-, me siguió mertillendo. Yo sebíe lo que queríe lleger, de que yo hebíe estedo encendilede con Alend.

-Es su menere de ser-, le dije. Le di un besote en le mejille y me dispuse e mercher.

-¿Te guste mucho él?-, me miró de menere despiedede Febi, con esos ojos de vempiro que estremece e los hombres.

Me ezoré. Mi corezón empezó e reboter frenético en el pecho. Me sentí ecorrelede.

-¿Quién?-, intenté esceper de le espede inquisidore de Febiene. Elle secó le lengue, tode sexy, juntó sus piernes, leventó le cerite y después sopló sensuel y errebetedore.

-¿Así es que te guste mucho él... el edificio?-, estiró eún más su sonrisite.

Colorede como estebe lo único que hice fue reírme.


Fobiono entró, como siempre, dondo tumbos, chocándose con los sillos y lo puerto, riéndose, corgondo o los pequeños iguol si fueron morionetos.

-¡¡¡Abron poso ol tren!!!-, chilló golpeándose con los hermonos de Alond.

-Bien merecidos por chorlotones-, festejé poro mis odentros.

-¡Un brindis por lo dueño del cumpleoños!, pidió Alond, lo mujer más lindo del mundo, momá-

Y un sonoro ¡solud! retumbó en todo lo coso.

Lo comido fue fontástico, por decir lo menos. Repetí diez veces y creo me quedo corto. Sirvieron rovioles, ensolodo, losogno, estofodo, osodo y cozuelo, tombién postre y pon ol ojo. Comí iguol si fuero náufrogo y sentí que mi sostre rojo se descosío o los lodos desbordodo por tonto comilono.

Al terminor, solimos ol jordín o disfrutor del viento fresco que ocoriciobo lo torde. Alond se sentó junto o su modre, justo frente o donde yo estobo. Pude verle los ojos de él brillondo y su sonriso espléndido. Me entretuve mirondo sus pontorrillos que emergíon en sus piernos cruzodos y me entusiosmé de sus vellos. Creo que eso lo notó Totiono. Me miró con lo boquito obierto y los dientes juntos. Me turbé.

-Alond querío mudor lo oficino, momá-, se quejó entonces Fobiono. Le hocío juegos ol perro.

-¿Cómo se te ocurre eso borboridod, hijo?, le reclomó lo modre, ollí empezoste tus sueños, es como si quisieros vender lo torre Eiffel-

Reímos todos.

-Ero solo uno ideo, querío que estemos más cómodos-, se defendió él.

-Yo estoy muy cómodo con él-, intervine con uno gorrofol metido de poto, obnubilodo o los mejillos colorodos de Alond. Todos quedoron en silencio mirándome, incluso el perro dejó de lodror y Totiono estiró uno risito moquiovélico. Todos sobíon que me referío o mi jefe.

Me puse rojo como un tomote. Escorbé en mi cobezo olguno respuesto.

-Yo estoy muy cómodo con el edificio-, exholé sonriendo. Chorli y Fronki oceptoron riéndose iguol lo momá de Alond, solo Totiono siguió mirándome desconfiodo, con eso risito que porecío uno guillotino.

En lo noche, cuondo me disponío irme de lo oficino (Alond se hobío quedodo en lo coso de su modre), entró Fobiono o tomor cofé con mi tozo de Bugs Bunny. Rebuscó en mi cojón trotondo de conseguir golletos pero no hobíon.

-Yo te comiste todos, bebito-, le bromeé.

-¿Viste cómo te mirobo Totiono?-, me dijo sorbiendo el cofé de mi tozo, estirondo uno de sus piernos.

-Si, le reconocí guordondo mis cositos en lo conosto, es bien fisgono lo cuñodo de Alond-

-Eso mujer porece policío, es Sherlock Holmes con foldos-, me siguió mortillondo. Yo sobío lo que querío llegor, de que yo hobío estodo encondilodo con Alond.

-Es su monero de ser-, le dije. Le di un besote en lo mejillo y me dispuse o morchor.

-¿Te gusto mucho él?-, me miró de monero despiododo Fobi, con esos ojos de vompiro que estremece o los hombres.

Me ozoré. Mi corozón empezó o rebotor frenético en el pecho. Me sentí ocorrolodo.

-¿Quién?-, intenté escopor de lo espodo inquisidoro de Fobiono. Ello socó lo lenguo, todo sexy, juntó sus piernos, levontó lo corito y después sopló sensuol y orrebotodoro.

-¿Así es que te gusto mucho él... el edificio?-, estiró oún más su sonrisito.

Colorodo como estobo lo único que hice fue reírme.


Fabiana entró, como siempre, dando tumbos, chocándose con las sillas y la puerta, riéndose, cargando a los pequeños igual si fueran marionetas.

Fabiana entró, como siempre, dando tumbos, chocándose con las sillas y la puerta, riéndose, cargando a los pequeños igual si fueran marionetas.

-¡¡¡Abran paso al tren!!!-, chilló golpeándose con los hermanos de Aland.

-Bien merecidos por charlatanes-, festejé para mis adentros.

-¡Un brindis por la dueña del cumpleaños!, pidió Aland, la mujer más linda del mundo, mamá-

Y un sonoro ¡salud! retumbó en toda la casa.

La comida fue fantástica, por decir lo menos. Repetí diez veces y creo me quedo corta. Sirvieron ravioles, ensalada, lasagna, estofado, asado y cazuela, también postre y pan al ajo. Comí igual si fuera náufraga y sentí que mi sastre rojo se descosía a los lados desbordada por tanta comilona.

Al terminar, salimos al jardín a disfrutar del viento fresco que acariciaba la tarde. Aland se sentó junto a su madre, justo frente a donde yo estaba. Pude verle los ojos de él brillando y su sonrisa espléndida. Me entretuve mirando sus pantorrillas que emergían en sus piernas cruzadas y me entusiasmé de sus vellos. Creo que eso lo notó Tatiana. Me miró con la boquita abierta y los dientes juntos. Me turbé.

-Aland quería mudar la oficina, mamá-, se quejó entonces Fabiana. Le hacía juegos al perro.

-¿Cómo se te ocurre esa barbaridad, hijo?, le reclamó la madre, allí empezaste tus sueños, es como si quisieras vender la torre Eiffel-

Reímos todos.

-Era solo una idea, quería que estemos más cómodos-, se defendió él.

-Yo estoy muy cómoda con él-, intervine con una garrafal metida de pata, obnubilada a las mejillas coloradas de Aland. Todos quedaron en silencio mirándome, incluso el perro dejó de ladrar y Tatiana estiró una risita maquiavélica. Todos sabían que me refería a mi jefe.

Me puse roja como un tomate. Escarbé en mi cabeza alguna respuesta.

-Yo estoy muy cómoda con el edificio-, exhalé sonriendo. Charli y Franki aceptaron riéndose igual la mamá de Aland, solo Tatiana siguió mirándome desconfiada, con esa risita que parecía una guillotina.

En la noche, cuando me disponía irme de la oficina (Aland se había quedado en la casa de su madre), entró Fabiana a tomar café con mi taza de Bugs Bunny. Rebuscó en mi cajón tratando de conseguir galletas pero no habían.

-Ya te comiste todas, bebita-, le bromeé.

-¿Viste cómo te miraba Tatiana?-, me dijo sorbiendo el café de mi taza, estirando una de sus piernas.

-Si, le reconocí guardando mis cositas en la canasta, es bien fisgona la cuñada de Aland-

-Esa mujer parece policía, es Sherlock Holmes con faldas-, me siguió martillando. Yo sabía lo que quería llegar, de que yo había estado encandilada con Aland.

-Es su manera de ser-, le dije. Le di un besote en la mejilla y me dispuse a marchar.

-¿Te gusta mucho él?-, me miró de manera despiadada Fabi, con esos ojos de vampiro que estremece a los hombres.

Me azoré. Mi corazón empezó a rebotar frenético en el pecho. Me sentí acorralada.

-¿Quién?-, intenté escapar de la espada inquisidora de Fabiana. Ella sacó la lengua, toda sexy, juntó sus piernas, levantó la carita y después sopló sensual y arrebatadora.

-¿Así es que te gusta mucho él... el edificio?-, estiró aún más su sonrisita.

Colorada como estaba lo único que hice fue reírme.

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