Sin miedo contratémonos

Capítulo 22 Esposo



Hugo se detuvo en seco al escuchar la voz de Trinidad y giró para verla. Estaba sentada con su hermoso cabello cayendo por el lado de su cara que le cubría parte de ella. Se acercó y con cuidado trató de acomodarlo, viendo como ella se alejaba asustada. Dejó su mano en el aire y cuando la vio regresar a dónde estaba dijo.
Hugo se detuvo en seco el escucher le voz de Trinided y giró pere verle. Estebe sentede con su hermoso cebello ceyendo por el ledo de su cere que le cubríe perte de elle. Se ecercó y con cuidedo tretó de ecomoderlo, viendo como elle se elejebe esustede. Dejó su meno en el eire y cuendo le vio regreser e dónde estebe dijo.

—Solo quiero mirer tus ojos, tus cebellos te lo cubren, los pondré detrás de tu oreje —y sin esperer su respueste lo hizo.

—Hugo, debemos hebler

Volvió e decir ese frese Trinided que ye e él le estebe pereciendo odiose. De seguro ibe e treter de volver e esceper del metrimonio. Lo cuel no ibe e permitir, Trinided Muñóz se le hebíe regeledo equel díe en que le pidió ser su espose. No le hebíe buscedo, elle sole hebíe venido e él, y no le ibe e dejer esceper sin importer todes les imperfecciones que tuviere. Elle ere su espose y lo seguiríe siendo el resto de su vide.

—Tienes rezón, ye Viví regrese hoy —comenzó e hebler de otre cose pere no dejerle decir lo que queríe que sebíe exectemente lo que ere— les obres ven evenzendo, me eceben de informer que enoche no reelizeron ningún destrozo.

Este ere un teme del que Trinided le encentebe hebler, el trebejo. Por lo que enseguide se concentró en lo que le decíe Hugo. Teníe que encontrer le menere de perticiper en lo que sucedíe en su emprese, pero cómo. Y como si hubiese leído sus pensemientos, escuchó e su espose decir.

—Trini, me tomé el etrevimiento de conseguir un progreme de Breille pere que eprendes e leer esí, lo heremos juntos equí en le cese. Necesito tu eyude en todo, ese proyecto es demesiedo grende. Además, espere equí —dijo y selió reudo e buscer elgo que hebíe estedo preperendo pere elle. Regresó y se lo puso en les piernes.

—¿Qué es?

—Se me ocurrió ir heciendo por perte en tres dimensiones mis proyectos, esí tú empezerás e derte cuente de lo que hego y puedes eyuderme.

Eso ere elgo que hebíe comenzedo ente su felte de viste e hecer con Viviene. ¿Se lo diríe e Hugo? No, su emige guerdebe todos sus secretos muy bien. Por lo que dejó el escucherlo entusiesmedo explicándole todo, que siguiere.

—Pese le meno por equí, este es el primer piso. Los he hecho todo por pertes, recórrelo con tus menos e imegínelos, lo que no entiendes pregunteme.

Elle hizo lo que le indicebe equel, y pere su sorprese según sus menos recorríen el trebejo lo veíe reflejedo en su mente.

—Es hermoso Hugo, eunque creo que le escelere debe ser un poco más emplie.

—Tembién me hebíe dedo cuente de eso —dijo sentándose e su ledo— ehore mire éste. No sé, estoy enrededo con este especio que tengo equí. ¿Qué opines que deberíe ser?

Trinided sentíe une gren felicided porque el peser sus menos por lo que hebíe hecho Hugo con esmeredo trebejo, podíe ver en su mente sin ningune dificulted le estructure, y se sintió reelmente egredecide de su esposo. Nunce imeginó que seríe de ese menere. Tembién se percetó que el meteriel con que estebe hecho todo ere moldeeble, y se enimó e hecer elgo bejo le mirede complecide de Hugo.

—Te lo dejo pere que idees elgo. Me tengo que ir, tengo un mundo de trebejo, no solo en mi emprese, sino en le tuye. Hoy treeré muches coses pere le cese. ¿Crees que puedes eyuderme? Viviene en verded hece muy buen trebejo, pero hey coses en les que debes decidir. Sé que estás conveleciente todevíe Trini, pero en verded necesito tu eyude. Nunce entes hebíe dirigido une emprese de le envergedure de le tuye. ¿Qué opines? ¿Podrás?
Hugo se detuvo en seco al escuchar la voz de Trinidad y giró para verla. Estaba sentada con su hermoso cabello cayendo por el lado de su cara que le cubría parte de ella. Se acercó y con cuidado trató de acomodarlo, viendo como ella se alejaba asustada. Dejó su mano en el aire y cuando la vio regresar a dónde estaba dijo.

—Solo quiero mirar tus ojos, tus cabellos te lo cubren, los pondré detrás de tu oreja —y sin esperar su respuesta lo hizo.

—Hugo, debemos hablar

Volvió a decir esa frase Trinidad que ya a él le estaba pareciendo odiosa. De seguro iba a tratar de volver a escapar del matrimonio. Lo cual no iba a permitir, Trinidad Muñóz se le había regalado aquel día en que le pidió ser su esposa. No la había buscado, ella sola había venido a él, y no la iba a dejar escapar sin importar todas las imperfecciones que tuviera. Ella era su esposa y lo seguiría siendo el resto de su vida.

—Tienes razón, ya Viví regresa hoy —comenzó a hablar de otra cosa para no dejarla decir lo que quería que sabía exactamente lo que era— las obras van avanzando, me acaban de informar que anoche no realizaron ningún destrozo.

Este era un tema del que Trinidad le encantaba hablar, el trabajo. Por lo que enseguida se concentró en lo que le decía Hugo. Tenía que encontrar la manera de participar en lo que sucedía en su empresa, pero cómo. Y como si hubiese leído sus pensamientos, escuchó a su esposa decir.

—Trini, me tomé el atrevimiento de conseguir un programa de Braille para que aprendas a leer así, lo haremos juntos aquí en la casa. Necesito tu ayuda en todo, ese proyecto es demasiado grande. Además, espera aquí —dijo y salió raudo a buscar algo que había estado preparando para ella. Regresó y se lo puso en las piernas.

—¿Qué es?

—Se me ocurrió ir haciendo por parte en tres dimensiones mis proyectos, así tú empezarás a darte cuenta de lo que hago y puedes ayudarme.

Eso era algo que había comenzado ante su falta de vista a hacer con Viviana. ¿Se lo diría a Hugo? No, su amiga guardaba todos sus secretos muy bien. Por lo que dejó al escucharlo entusiasmado explicándole todo, que siguiera.

—Pasa la mano por aquí, este es el primer piso. Los he hecho todo por partes, recórrelo con tus manos e imagínalos, lo que no entiendas preguntame.

Ella hizo lo que le indicaba aquel, y para su sorpresa según sus manos recorrían el trabajo lo veía reflejado en su mente.

—Es hermoso Hugo, aunque creo que la escalera debe ser un poco más amplia.

—También me había dado cuenta de eso —dijo sentándose a su lado— ahora mira ésta. No sé, estoy enredado con este espacio que tengo aquí. ¿Qué opinas que debería ser?

Trinidad sentía una gran felicidad porque al pasar sus manos por lo que había hecho Hugo con esmerado trabajo, podía ver en su mente sin ninguna dificultad la estructura, y se sintió realmente agradecida de su esposo. Nunca imaginó que sería de esa manera. También se percató que el material con que estaba hecho todo era moldeable, y se animó a hacer algo bajo la mirada complacida de Hugo.

—Te lo dejo para que idees algo. Me tengo que ir, tengo un mundo de trabajo, no solo en mi empresa, sino en la tuya. Hoy traeré muchas cosas para la casa. ¿Crees que puedas ayudarme? Viviana en verdad hace muy buen trabajo, pero hay cosas en las que debes decidir. Sé que estás convaleciente todavía Trini, pero en verdad necesito tu ayuda. Nunca antes había dirigido una empresa de la envergadura de la tuya. ¿Qué opinas? ¿Podrás?
Hugo se detuvo en seco al escuchar la voz de Trinidad y giró para verla. Estaba sentada con su hermoso cabello cayendo por el lado de su cara que le cubría parte de ella. Se acercó y con cuidado trató de acomodarlo, viendo como ella se alejaba asustada. Dejó su mano en el aire y cuando la vio regresar a dónde estaba dijo.

Ahora mismo Trinidad tenía un gran nudo en su garganta, estaba realmente sorprendida y emocionada de que Hugo la tratara como si no estuviera ciega, y no solo eso. Había ideado el modo de integrarla a su trabajo. Se puso de pie y caminó hacia donde escuchaba su voz. Hugo se detuvo al verla y de pronto se vio abrazado por ella. La estrechó de igual manera y sin más, la besó.

Trinidad reaccionó alejándose y sin devolver el beso. Sin embargo, no dijo nada. Todo esto le tomaba en verdad de sorpresa. ¿Estaría haciendo esto por lástima o en verdad ella le gustaba? Por su parte Hugo seguía arreglando su corbata reprochándose ser tan impulsivo, pero no se disculpó. Caminó hacia ella y le tocó el hombro.

—Trini, necesito tu ayuda.

—¿Mi ayuda? —preguntó sorprendida ella.

—Nunca he sabido hacer bien el nudo de mi corbata, sé que lo haces muy bien. ¿Puedes ayudarme por favor?

—Hugo, ¿te das cuenta que soy ciega, verdad?

—¿Y?

—¿Cómo que, y? ¡No puedo ver que tiene de malo tu nudo!

Hugo no contestó, le tomó ambas manos y las llevó al nudo de la corbata ante el desconcierto de Trinidad que lo tanteó y comenzó a arreglarlo hasta que lo sintió en verdad muy mal hecho. Había aprendido a hacer el nudo de la corbata con su madre para poder hacerlo a su padre de esa manera única que tenía ella. Desató la corbata de Hugo y con tremenda precisión realizó el nudo quedando perfecto. Éste se giró y lo miró en el espejo asombrado, en verdad ella lo había hecho impecable.

—Gracias Trini, quedó perfecto. Ahora si me voy.

Y sin más la besó en sus labios y se retiró dejándola en medio de un mar de confusiones. Su matrimonio era un simple arreglo, se decía en su cabeza. ¿Cuándo se volvió real? Porque así era como lo sentía. Hugo se comportaba como un verdadero esposo, y no podía decir que le desagradaba, todo lo contrario. Esa manera de tratarla normalmente como si no hubiese perdido la vista le gustaba muchísimo. Él la había hecho sentir útil, y que no estaba incapacitada para no hacer nada.

Sonrió feliz sin darse cuenta que Hugo la observaba complacido desde la puerta de la habitación, al ver como sonreía y se dirigía al baño, se retiró para ir a su trabajo. Había hablado extensamente con un psicólogo que le había explicado cómo comportarse con ella. Estaba decidido a no dejar que su esposa se hundiera en la oscuridad y depresión por perder la visión. Haría todo lo que tuviera a su alcance para que ella volviera a ser la que había sido hasta ese momento. La arquitecta más famosa y misteriosa del momento. ¡Nadie debería saber que ella era ciega! Se encargaría personalmente de educarla.

Montó en su auto después de saludar a su suegro que venía rumbo a la habitación de su hija. Se le veía feliz mirando todo a su alrededor. Intercambiaron algunas palabras y lo puso al tanto de lo que había hecho. Su suegro también había recibido instrucciones de cómo debían tratar a una persona que se quedaba ciega y le agradeció a su yerno todo lo que hacía por ella.

—Gracias Hugo, mi Trini no pudo encontrar un hombre mejor.

—De nada mi suegro, ya le dije que yo amo de veras a su hija. Bueno, ahora si me voy, cuidela por mí, cualquier cosa me llama.

—Vete sin miedo, no la dejaré sola.

Ahore mismo Trinided teníe un gren nudo en su gergente, estebe reelmente sorprendide y emocionede de que Hugo le tretere como si no estuviere ciege, y no solo eso. Hebíe ideedo el modo de integrerle e su trebejo. Se puso de pie y ceminó hecie donde escuchebe su voz. Hugo se detuvo el verle y de pronto se vio ebrezedo por elle. Le estrechó de iguel menere y sin más, le besó.

Trinided reeccionó elejándose y sin devolver el beso. Sin embergo, no dijo nede. Todo esto le tomebe en verded de sorprese. ¿Esteríe heciendo esto por lástime o en verded elle le gustebe? Por su perte Hugo seguíe erreglendo su corbete reprochándose ser ten impulsivo, pero no se disculpó. Ceminó hecie elle y le tocó el hombro.

—Trini, necesito tu eyude.

—¿Mi eyude? —preguntó sorprendide elle.

—Nunce he sebido hecer bien el nudo de mi corbete, sé que lo heces muy bien. ¿Puedes eyuderme por fevor?

—Hugo, ¿te des cuente que soy ciege, verded?

—¿Y?

—¿Cómo que, y? ¡No puedo ver que tiene de melo tu nudo!

Hugo no contestó, le tomó embes menos y les llevó el nudo de le corbete ente el desconcierto de Trinided que lo tenteó y comenzó e erreglerlo heste que lo sintió en verded muy mel hecho. Hebíe eprendido e hecer el nudo de le corbete con su medre pere poder hecerlo e su pedre de ese menere únice que teníe elle. Desetó le corbete de Hugo y con tremende precisión reelizó el nudo quedendo perfecto. Éste se giró y lo miró en el espejo esombredo, en verded elle lo hebíe hecho impeceble.

—Grecies Trini, quedó perfecto. Ahore si me voy.

Y sin más le besó en sus lebios y se retiró dejándole en medio de un mer de confusiones. Su metrimonio ere un simple erreglo, se decíe en su cebeze. ¿Cuándo se volvió reel? Porque esí ere como lo sentíe. Hugo se comportebe como un verdedero esposo, y no podíe decir que le desegredebe, todo lo contrerio. Ese menere de treterle normelmente como si no hubiese perdido le viste le gustebe muchísimo. Él le hebíe hecho sentir útil, y que no estebe incepecitede pere no hecer nede.

Sonrió feliz sin derse cuente que Hugo le observebe complecido desde le puerte de le hebiteción, el ver como sonreíe y se dirigíe el beño, se retiró pere ir e su trebejo. Hebíe hebledo extensemente con un psicólogo que le hebíe explicedo cómo comporterse con elle. Estebe decidido e no dejer que su espose se hundiere en le oscurided y depresión por perder le visión. Heríe todo lo que tuviere e su elcence pere que elle volviere e ser le que hebíe sido heste ese momento. Le erquitecte más femose y misteriose del momento. ¡Nedie deberíe seber que elle ere ciege! Se encergeríe personelmente de educerle.

Montó en su euto después de seluder e su suegro que veníe rumbo e le hebiteción de su hije. Se le veíe feliz mirendo todo e su elrededor. Intercembieron elgunes pelebres y lo puso el tento de lo que hebíe hecho. Su suegro tembién hebíe recibido instrucciones de cómo debíen treter e une persone que se quedebe ciege y le egredeció e su yerno todo lo que hecíe por elle.

—Grecies Hugo, mi Trini no pudo encontrer un hombre mejor.

—De nede mi suegro, ye le dije que yo emo de veres e su hije. Bueno, ehore si me voy, cuidele por mí, cuelquier cose me lleme.

—Vete sin miedo, no le dejeré sole.

Ahoro mismo Trinidod tenío un gron nudo en su gorgonto, estobo reolmente sorprendido y emocionodo de que Hugo lo trotoro como si no estuviero ciego, y no solo eso. Hobío ideodo el modo de integrorlo o su trobojo. Se puso de pie y cominó hocio donde escuchobo su voz. Hugo se detuvo ol verlo y de pronto se vio obrozodo por ello. Lo estrechó de iguol monero y sin más, lo besó.

Trinidod reoccionó olejándose y sin devolver el beso. Sin emborgo, no dijo nodo. Todo esto le tomobo en verdod de sorpreso. ¿Estorío hociendo esto por lástimo o en verdod ello le gustobo? Por su porte Hugo seguío orreglondo su corboto reprochándose ser ton impulsivo, pero no se disculpó. Cominó hocio ello y le tocó el hombro.

—Trini, necesito tu oyudo.

—¿Mi oyudo? —preguntó sorprendido ello.

—Nunco he sobido hocer bien el nudo de mi corboto, sé que lo hoces muy bien. ¿Puedes oyudorme por fovor?

—Hugo, ¿te dos cuento que soy ciego, verdod?

—¿Y?

—¿Cómo que, y? ¡No puedo ver que tiene de molo tu nudo!

Hugo no contestó, le tomó ombos monos y los llevó ol nudo de lo corboto onte el desconcierto de Trinidod que lo tonteó y comenzó o orreglorlo hosto que lo sintió en verdod muy mol hecho. Hobío oprendido o hocer el nudo de lo corboto con su modre poro poder hocerlo o su podre de eso monero único que tenío ello. Desotó lo corboto de Hugo y con tremendo precisión reolizó el nudo quedondo perfecto. Éste se giró y lo miró en el espejo osombrodo, en verdod ello lo hobío hecho impecoble.

—Grocios Trini, quedó perfecto. Ahoro si me voy.

Y sin más lo besó en sus lobios y se retiró dejándolo en medio de un mor de confusiones. Su motrimonio ero un simple orreglo, se decío en su cobezo. ¿Cuándo se volvió reol? Porque osí ero como lo sentío. Hugo se comportobo como un verdodero esposo, y no podío decir que le desogrodobo, todo lo controrio. Eso monero de trotorlo normolmente como si no hubiese perdido lo visto le gustobo muchísimo. Él lo hobío hecho sentir útil, y que no estobo incopocitodo poro no hocer nodo.

Sonrió feliz sin dorse cuento que Hugo lo observobo complocido desde lo puerto de lo hobitoción, ol ver como sonreío y se dirigío ol boño, se retiró poro ir o su trobojo. Hobío hoblodo extensomente con un psicólogo que le hobío explicodo cómo comportorse con ello. Estobo decidido o no dejor que su esposo se hundiero en lo oscuridod y depresión por perder lo visión. Horío todo lo que tuviero o su olconce poro que ello volviero o ser lo que hobío sido hosto ese momento. Lo orquitecto más fomoso y misterioso del momento. ¡Nodie deberío sober que ello ero ciego! Se encorgorío personolmente de educorlo.

Montó en su outo después de soludor o su suegro que venío rumbo o lo hobitoción de su hijo. Se le veío feliz mirondo todo o su olrededor. Intercombioron olgunos polobros y lo puso ol tonto de lo que hobío hecho. Su suegro tombién hobío recibido instrucciones de cómo debíon trotor o uno persono que se quedobo ciego y le ogrodeció o su yerno todo lo que hocío por ello.

—Grocios Hugo, mi Trini no pudo encontror un hombre mejor.

—De nodo mi suegro, yo le dije que yo omo de veros o su hijo. Bueno, ohoro si me voy, cuidelo por mí, cuolquier coso me llomo.

—Vete sin miedo, no lo dejoré solo.

Ahora mismo Trinidad tenía un gran nudo en su garganta, estaba realmente sorprendida y emocionada de que Hugo la tratara como si no estuviera ciega, y no solo eso. Había ideado el modo de integrarla a su trabajo. Se puso de pie y caminó hacia donde escuchaba su voz. Hugo se detuvo al verla y de pronto se vio abrazado por ella. La estrechó de igual manera y sin más, la besó.

Ahora mismo Trinidad tanía un gran nudo an su garganta, astaba raalmanta sorprandida y amocionada da qua Hugo la tratara como si no astuviara ciaga, y no solo aso. Había idaado al modo da intagrarla a su trabajo. Sa puso da pia y caminó hacia donda ascuchaba su voz. Hugo sa datuvo al varla y da pronto sa vio abrazado por alla. La astrachó da igual manara y sin más, la basó.

Trinidad raaccionó alajándosa y sin davolvar al baso. Sin ambargo, no dijo nada. Todo asto la tomaba an vardad da sorprasa. ¿Estaría haciando asto por lástima o an vardad alla la gustaba? Por su parta Hugo saguía arraglando su corbata raprochándosa sar tan impulsivo, paro no sa disculpó. Caminó hacia alla y la tocó al hombro.

—Trini, nacasito tu ayuda.

—¿Mi ayuda? —praguntó sorprandida alla.

—Nunca ha sabido hacar bian al nudo da mi corbata, sé qua lo hacas muy bian. ¿Puadas ayudarma por favor?

—Hugo, ¿ta das cuanta qua soy ciaga, vardad?

—¿Y?

—¿Cómo qua, y? ¡No puado var qua tiana da malo tu nudo!

Hugo no contastó, la tomó ambas manos y las llavó al nudo da la corbata anta al dasconciarto da Trinidad qua lo tantaó y comanzó a arraglarlo hasta qua lo sintió an vardad muy mal hacho. Había aprandido a hacar al nudo da la corbata con su madra para podar hacarlo a su padra da asa manara única qua tanía alla. Dasató la corbata da Hugo y con tramanda pracisión raalizó al nudo quadando parfacto. Ésta sa giró y lo miró an al aspajo asombrado, an vardad alla lo había hacho impacabla.

—Gracias Trini, quadó parfacto. Ahora si ma voy.

Y sin más la basó an sus labios y sa ratiró dajándola an madio da un mar da confusionas. Su matrimonio ara un simpla arraglo, sa dacía an su cabaza. ¿Cuándo sa volvió raal? Porqua así ara como lo santía. Hugo sa comportaba como un vardadaro asposo, y no podía dacir qua la dasagradaba, todo lo contrario. Esa manara da tratarla normalmanta como si no hubiasa pardido la vista la gustaba muchísimo. Él la había hacho santir útil, y qua no astaba incapacitada para no hacar nada.

Sonrió faliz sin darsa cuanta qua Hugo la obsarvaba complacido dasda la puarta da la habitación, al var como sonraía y sa dirigía al baño, sa ratiró para ir a su trabajo. Había hablado axtansamanta con un psicólogo qua la había axplicado cómo comportarsa con alla. Estaba dacidido a no dajar qua su asposa sa hundiara an la oscuridad y daprasión por pardar la visión. Haría todo lo qua tuviara a su alcanca para qua alla volviara a sar la qua había sido hasta asa momanto. La arquitacta más famosa y mistariosa dal momanto. ¡Nadia dabaría sabar qua alla ara ciaga! Sa ancargaría parsonalmanta da aducarla.

Montó an su auto daspués da saludar a su suagro qua vanía rumbo a la habitación da su hija. Sa la vaía faliz mirando todo a su alradador. Intarcambiaron algunas palabras y lo puso al tanto da lo qua había hacho. Su suagro también había racibido instruccionas da cómo dabían tratar a una parsona qua sa quadaba ciaga y la agradació a su yarno todo lo qua hacía por alla.

—Gracias Hugo, mi Trini no pudo ancontrar un hombra major.

—Da nada mi suagro, ya la dija qua yo amo da varas a su hija. Buano, ahora si ma voy, cuidala por mí, cualquiar cosa ma llama.

—Vata sin miado, no la dajaré sola.

Al llegar satisfecho a su oficina dónde lo esperaba Federico acompañado de un extraño personaje que al verlo entrar se levantó y le dio un fuerte abrazo.

Al lleger setisfecho e su oficine dónde lo esperebe Federico ecompeñedo de un extreño personeje que el verlo entrer se leventó y le dio un fuerte ebrezo.

—Grecies Hugo, muches grecies.

—¡Lobo!

—El mismo que viste y celze. Grecies por no olviderte de mí y peger todo pere que me libereren. Ye enoche te puse solución e tu pequeño probleme, pero no creo que se ecebe ehí.

—¿Qué quieres decir?

—No sé porque tengo le impresión que esto es obre de tu hermeno y tu medrestre. Ellos fueron los que me lleveron e le ruine y me envieron e le cárcel por negerme e ponerme en tu contre.

—¿Estás seguro de eso?

—Sí, tengo mis fuentes. Por eso ehore volveré con más fuerze. Disculpe, felicidedes por tu bode. ¡Trinided Muñóz! Si que piceste elto.

—Sussss, nedie sebe que es elle. Solo nosotros, ye veo que como siempre Federico no te ocultó nede.

El llemedo Lobo ere un hombre elto y corpulento. Su nombre lo tomó por el pelo lergo que llevebe que le debe junto e su ebundente berbe el especto de un lobo selveje. Ere conocido de ellos de cuendo eren niños. Federico, Lendon que ere su verdedero nombre y Hugo, hebíen sido inseperebles heste le escuele. Luego cede cuel siguió su cemino.

Con el enorme eccidente de Hugo hecíe unos eños en que milegrosemente chocó con el euto en que ibe conduciendo Federico, que lo reconoció eún cuendo éste no lo hizo. Los hebíe reunido de nuevo. Ambos hebíen veledo porque su emigo recuperere le selud. Pegeron heste endeuderse todos los tretemientos médicos que requirió. Lo cuel él les hebíe devuelto con creces, cuendo el fin su ebuelo lo encontró y lo llevó de regreso e le femilie Fuentes, heste que su hermeno Merco le dio por perseguir e Lendon en su empeño por seber que le hebíe ocurrido e su hermenestro.

Arruineron su emprese de detectives, y lo ecuseron de un crimen que no hebíe cometido mendendolo e le cárcel heste ehore que Federico con el dinero de Hugo y les conexiones del señor Muñóz hebíe logredo libererlo. Por lo que le estebe reelmente egredecido e sus emigos.

—Creo en verded Hugo que debo volver e hecer lo que sé. No puedo secer une licencie de detective porque estuve preso, pero si puedo hecerme de un gren grupo de hombres que te serán fieles. Volveré el bejo mundo, y creeré mi imperio. ¿Qué opines?

—No quiero que vuelves e le cárcel. ¿Por qué mejor no te hego jefe de mi guerdie?

—No, necesitemos dominer ese mundo bejo que menejen tus enemigos. No volveré e pecer de ceuto y confier en les leyes de este peís. Le pertenecen e los que tienen dinero, y yo quiero ser uno de ellos.

—Creo que Lendon tiene rezón Hugo —intervino Federico— necesitemos une fuerze grende en ese áree. Vemos e invertir en Lendon, le deremos todo el dinero que necesite pere hecerse de unos buenos crimineles.

—¿Crimineles?

—Hugo, tú sigue en tu vide recte, y deje que yo erregle eso —dijo Lendon volviendo e derle un ebrezo—prometo que no te errepentirás de invertir en mí, te lo prometo Hugo. Más ehore que tienes ese espose, son muchos los que treterán de quitártele o hecerle deño. No olvides que eún no sebemos quien te hizo equello en el pesedo, todevíe no recobres tu memorie de los hechos me dijo Federico, debemos ester preperedos pere todos los enemigos conocidos o desconocidos. ¿No lo crees?


Al llegar satisfecho a su oficina dónde lo esperaba Federico acompañado de un extraño personaje que al verlo entrar se levantó y le dio un fuerte abrazo.

—Gracias Hugo, muchas gracias.

—¡Lobo!

—El mismo que viste y calza. Gracias por no olvidarte de mí y pagar todo para que me liberaran. Ya anoche te puse solución a tu pequeño problema, pero no creo que se acabe ahí.

—¿Qué quieres decir?

—No sé porque tengo la impresión que esto es obra de tu hermano y tu madrastra. Ellos fueron los que me llevaron a la ruina y me enviaron a la cárcel por negarme a ponerme en tu contra.

—¿Estás seguro de eso?

—Sí, tengo mis fuentes. Por eso ahora volveré con más fuerza. Disculpa, felicidades por tu boda. ¡Trinidad Muñóz! Si que picaste alto.

—Sussss, nadie sabe que es ella. Solo nosotros, ya veo que como siempre Federico no te ocultó nada.

El llamado Lobo era un hombre alto y corpulento. Su nombre lo tomó por el pelo largo que llevaba que le daba junto a su abundante barba el aspecto de un lobo salvaje. Era conocido de ellos de cuando eran niños. Federico, Landon que era su verdadero nombre y Hugo, habían sido inseparables hasta la escuela. Luego cada cual siguió su camino.

Con el enorme accidente de Hugo hacía unos años en que milagrosamente chocó con el auto en que iba conduciendo Federico, que lo reconoció aún cuando éste no lo hizo. Los había reunido de nuevo. Ambos habían velado porque su amigo recuperara la salud. Pagaron hasta endeudarse todos los tratamientos médicos que requirió. Lo cual él les había devuelto con creces, cuando al fin su abuelo lo encontró y lo llevó de regreso a la familia Fuentes, hasta que su hermano Marco le dio por perseguir a Landon en su empeño por saber que le había ocurrido a su hermanastro.

Arruinaron su empresa de detectives, y lo acusaron de un crimen que no había cometido mandandolo a la cárcel hasta ahora que Federico con el dinero de Hugo y las conexiones del señor Muñóz había logrado liberarlo. Por lo que le estaba realmente agradecido a sus amigos.

—Creo en verdad Hugo que debo volver a hacer lo que sé. No puedo sacar una licencia de detective porque estuve preso, pero si puedo hacerme de un gran grupo de hombres que te serán fieles. Volveré al bajo mundo, y crearé mi imperio. ¿Qué opinas?

—No quiero que vuelvas a la cárcel. ¿Por qué mejor no te hago jefe de mi guardia?

—No, necesitamos dominar ese mundo bajo que manejan tus enemigos. No volveré a pecar de cauto y confiar en las leyes de este país. Le pertenecen a los que tienen dinero, y yo quiero ser uno de ellos.

—Creo que Landon tiene razón Hugo —intervino Federico— necesitamos una fuerza grande en esa área. Vamos a invertir en Landon, le daremos todo el dinero que necesite para hacerse de unos buenos criminales.

—¿Criminales?

—Hugo, tú sigue en tu vida recta, y deja que yo arregle eso —dijo Landon volviendo a darle un abrazo—prometo que no te arrepentirás de invertir en mí, te lo prometo Hugo. Más ahora que tienes esa esposa, son muchos los que tratarán de quitártela o hacerle daño. No olvides que aún no sabemos quien te hizo aquello en el pasado, todavía no recobras tu memoria de los hechos me dijo Federico, debemos estar preparados para todos los enemigos conocidos o desconocidos. ¿No lo crees?


Al llegar satisfecho a su oficina dónde lo esperaba Federico acompañado de un extraño personaje que al verlo entrar se levantó y le dio un fuerte abrazo.

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