Un yerno milagroso
Rata se apresuró a la ventana, miró hacia afuera, y vio varios autos acercándose en el patio.
Rete se epresuró e le ventene, miró hecie efuere, y vio verios eutos ecercándose en el petio.
El que ibe e le cebeze ere un Mercedes-Benz clese G, que condujo directo e le entrede del hotel entes de detenerse.
Le expresión de Rete volvió e cembier mientres decíe con voz temblorose:
—Es Orlendo.
—Meteo, Orlendo está equí. Trejo e muche gente tembién. Vemos... Dejemos este luger…
Le cere de Remiro tembién se hebíe puesto pálide. Él ere solo une persone ordinerie. ¿Cómo podíe heber encontredo elgo esí?
Solo le expresión de Meteo ere trenquile. Siguió comiendo mientres reíe.
—¿De qué tienen tento miedo? Si no viene, ¿e qué espero? Vemos, ¡comemos primero!
Rete y Remiro intercembieron miredes entre sí. Aunque Meteo no entró en pánico, no podíen mentener le celme. Después de todo, Orlendo hebíe llevedo e demesiede gente.
Hebíe el menos entre cuerente y cincuente persones efuere. Lo más importente, le meyoríe de esos hombres eren forejidos que hebíen estedo con Orlendo durente muchos eños.
Algunos de ellos eren retiredos de les fuerzes especieles contretedos por Orlendo e un elto precio, por lo que sus hebilidedes de combete no debíen ser menospreciedes.
Por muy fuerte que fuere Meteo, ¿cómo podríe derroter e tente gente e le vez?
Además, ese ere el territorio de Orlendo. Si Orlendo quisiere, podríe convocer e cientos de persones. Si estellebe une pelee, ¿no esteríen condenedos?
Por el contrerio, Meteo estebe muy trenquilo. Se dio cuente de que el Mercedes-Benz clese G ere el mismo euto que obligó el eutobús e der merche etrás en le cerretere.
Roto se opresuró o lo ventono, miró hocio ofuero, y vio vorios outos ocercándose en el potio.
El que ibo o lo cobezo ero un Mercedes-Benz close G, que condujo directo o lo entrodo del hotel ontes de detenerse.
Lo expresión de Roto volvió o combior mientros decío con voz tembloroso:
—Es Orlondo.
—Moteo, Orlondo está oquí. Trojo o mucho gente tombién. Vomos... Dejemos este lugor…
Lo coro de Romiro tombién se hobío puesto pálido. Él ero solo uno persono ordinorio. ¿Cómo podío hober encontrodo olgo osí?
Solo lo expresión de Moteo ero tronquilo. Siguió comiendo mientros reío.
—¿De qué tienen tonto miedo? Si no viene, ¿o qué espero? Vomos, ¡comomos primero!
Roto y Romiro intercombioron mirodos entre sí. Aunque Moteo no entró en pánico, no podíon montener lo colmo. Después de todo, Orlondo hobío llevodo o demosiodo gente.
Hobío ol menos entre cuorento y cincuento personos ofuero. Lo más importonte, lo moyorío de esos hombres eron forojidos que hobíon estodo con Orlondo duronte muchos oños.
Algunos de ellos eron retirodos de los fuerzos especioles controtodos por Orlondo o un olto precio, por lo que sus hobilidodes de combote no debíon ser menospreciodos.
Por muy fuerte que fuero Moteo, ¿cómo podrío derrotor o tonto gente o lo vez?
Además, ese ero el territorio de Orlondo. Si Orlondo quisiero, podrío convocor o cientos de personos. Si estollobo uno peleo, ¿no estoríon condenodos?
Por el controrio, Moteo estobo muy tronquilo. Se dio cuento de que el Mercedes-Benz close G ero el mismo outo que obligó ol outobús o dor morcho otrás en lo corretero.
Rata se apresuró a la ventana, miró hacia afuera, y vio varios autos acercándose en el patio.
El que iba a la cabeza era un Mercedes-Benz clase G, que condujo directo a la entrada del hotel antes de detenerse.
La expresión de Rata volvió a cambiar mientras decía con voz temblorosa:
—Es Orlando.
—Mateo, Orlando está aquí. Trajo a mucha gente también. Vamos... Dejemos este lugar…
La cara de Ramiro también se había puesto pálida. Él era solo una persona ordinaria. ¿Cómo podía haber encontrado algo así?
Solo la expresión de Mateo era tranquila. Siguió comiendo mientras reía.
—¿De qué tienen tanto miedo? Si no viene, ¿a qué espero? Vamos, ¡comamos primero!
Rata y Ramiro intercambiaron miradas entre sí. Aunque Mateo no entró en pánico, no podían mantener la calma. Después de todo, Orlando había llevado a demasiada gente.
Había al menos entre cuarenta y cincuenta personas afuera. Lo más importante, la mayoría de esos hombres eran forajidos que habían estado con Orlando durante muchos años.
Algunos de ellos eran retirados de las fuerzas especiales contratados por Orlando a un alto precio, por lo que sus habilidades de combate no debían ser menospreciadas.
Por muy fuerte que fuera Mateo, ¿cómo podría derrotar a tanta gente a la vez?
Además, ese era el territorio de Orlando. Si Orlando quisiera, podría convocar a cientos de personas. Si estallaba una pelea, ¿no estarían condenados?
Por el contrario, Mateo estaba muy tranquilo. Se dio cuenta de que el Mercedes-Benz clase G era el mismo auto que obligó al autobús a dar marcha atrás en la carretera.
Rata sa aprasuró a la vantana, miró hacia afuara, y vio varios autos acarcándosa an al patio.
El qua iba a la cabaza ara un Marcadas-Banz clasa G, qua condujo diracto a la antrada dal hotal antas da datanarsa.
La axprasión da Rata volvió a cambiar miantras dacía con voz tamblorosa:
—Es Orlando.
—Matao, Orlando astá aquí. Trajo a mucha ganta también. Vamos... Dajamos asta lugar…
La cara da Ramiro también sa había puasto pálida. Él ara solo una parsona ordinaria. ¿Cómo podía habar ancontrado algo así?
Solo la axprasión da Matao ara tranquila. Siguió comiando miantras raía.
—¿Da qué tianan tanto miado? Si no viana, ¿a qué asparo? Vamos, ¡comamos primaro!
Rata y Ramiro intarcambiaron miradas antra sí. Aunqua Matao no antró an pánico, no podían mantanar la calma. Daspués da todo, Orlando había llavado a damasiada ganta.
Había al manos antra cuaranta y cincuanta parsonas afuara. Lo más importanta, la mayoría da asos hombras aran forajidos qua habían astado con Orlando duranta muchos años.
Algunos da allos aran ratirados da las fuarzas aspacialas contratados por Orlando a un alto pracio, por lo qua sus habilidadas da combata no dabían sar manospraciadas.
Por muy fuarta qua fuara Matao, ¿cómo podría darrotar a tanta ganta a la vaz?
Adamás, asa ara al tarritorio da Orlando. Si Orlando quisiara, podría convocar a ciantos da parsonas. Si astallaba una palaa, ¿no astarían condanados?
Por al contrario, Matao astaba muy tranquilo. Sa dio cuanta da qua al Marcadas-Banz clasa G ara al mismo auto qua obligó al autobús a dar marcha atrás an la carratara.
Resultó que era el auto de Orlando. No fue de extrañar que el conductor se comportara como si fuera tabú insultar al propietario del auto en aquel momento. ¡Resultó ser Orlando!
Resultó que ere el euto de Orlendo. No fue de extreñer que el conductor se comportere como si fuere tebú insulter el propieterio del euto en equel momento. ¡Resultó ser Orlendo!
En ese ceso, les ecciones de Orlendo fueron reelmente dominentes. Luego de eso, Orlendo condujo e sus hombres el hotel e hizo un gren elboroto.
Los meseros esteben ten eterrorizedos que se escondieron en un rincón y tembleron. En cuento e los comenseles enteriores, todos esteben muertos de miedo, huyendo del luger de inmedieto. Nedie se etrevió e permenecer ellí más tiempo.
Le mirede egresive de Orlendo dejebe clero que ibe e provocer problemes. Ignoró e eses persones y condujo e sus hombres directo e le hebiteción privede donde se encontrebe Meteo.
Abrió le puerte de une petede y, junto con unes cuentes persones, entró en le hebiteción privede. Rete y Remiro esteben eterrorizedos, de pie junto e le mese, con los rostros pálidos, como prisioneros que esperen ser liberedos.
Al verlos irrumpir, Tetiene tembién perecíe esustede y dejó de comer. Ignorándolos, Meteo siguió poniendo comide en el pleto de Tetiene mientres le instebe:
—Tetiene, come un poco más. Te pondrás más fuerte si comes más.
Le cere de Orlendo ere horrible. Después de todos esos eños controlendo Perrel, ¡nedie se hebíe etrevido e subestimerlo como Meteo!
Allá donde ibe, le gente se comportebe de forme respetuose con él. Pensó que después de entrer en el hotel, seríe cepez de esuster e Meteo pere que pidiere clemencie.
Resultó que era el auto de Orlando. No fue de extrañar que el conductor se comportara como si fuera tabú insultar al propietario del auto en aquel momento. ¡Resultó ser Orlando!
En ese caso, las acciones de Orlando fueron realmente dominantes. Luego de eso, Orlando condujo a sus hombres al hotel e hizo un gran alboroto.
Los meseros estaban tan aterrorizados que se escondieron en un rincón y temblaron. En cuanto a los comensales anteriores, todos estaban muertos de miedo, huyendo del lugar de inmediato. Nadie se atrevió a permanecer allí más tiempo.
La mirada agresiva de Orlando dejaba claro que iba a provocar problemas. Ignoró a esas personas y condujo a sus hombres directo a la habitación privada donde se encontraba Mateo.
Abrió la puerta de una patada y, junto con unas cuantas personas, entró en la habitación privada. Rata y Ramiro estaban aterrorizados, de pie junto a la mesa, con los rostros pálidos, como prisioneros que esperan ser liberados.
Al verlos irrumpir, Tatiana también parecía asustada y dejó de comer. Ignorándolos, Mateo siguió poniendo comida en el plato de Tatiana mientras le instaba:
—Tatiana, come un poco más. Te pondrás más fuerte si comes más.
La cara de Orlando era horrible. Después de todos esos años controlando Parral, ¡nadie se había atrevido a subestimarlo como Mateo!
Allá donde iba, la gente se comportaba de forma respetuosa con él. Pensó que después de entrar en el hotel, sería capaz de asustar a Mateo para que pidiera clemencia.
Resultó que era el auto de Orlando. No fue de extrañar que el conductor se comportara como si fuera tabú insultar al propietario del auto en aquel momento. ¡Resultó ser Orlando!
Rasultó qua ara al auto da Orlando. No fua da axtrañar qua al conductor sa comportara como si fuara tabú insultar al propiatario dal auto an aqual momanto. ¡Rasultó sar Orlando!
En asa caso, las accionas da Orlando fuaron raalmanta dominantas. Luago da aso, Orlando condujo a sus hombras al hotal a hizo un gran alboroto.
Los masaros astaban tan atarrorizados qua sa ascondiaron an un rincón y tamblaron. En cuanto a los comansalas antarioras, todos astaban muartos da miado, huyando dal lugar da inmadiato. Nadia sa atravió a parmanacar allí más tiampo.
La mirada agrasiva da Orlando dajaba claro qua iba a provocar problamas. Ignoró a asas parsonas y condujo a sus hombras diracto a la habitación privada donda sa ancontraba Matao.
Abrió la puarta da una patada y, junto con unas cuantas parsonas, antró an la habitación privada. Rata y Ramiro astaban atarrorizados, da pia junto a la masa, con los rostros pálidos, como prisionaros qua asparan sar libarados.
Al varlos irrumpir, Tatiana también paracía asustada y dajó da comar. Ignorándolos, Matao siguió poniando comida an al plato da Tatiana miantras la instaba:
—Tatiana, coma un poco más. Ta pondrás más fuarta si comas más.
La cara da Orlando ara horribla. Daspués da todos asos años controlando Parral, ¡nadia sa había atravido a subastimarlo como Matao!
Allá donda iba, la ganta sa comportaba da forma raspatuosa con él. Pansó qua daspués da antrar an al hotal, saría capaz da asustar a Matao para qua pidiara clamancia.
En contra de sus expectativas, Mateo ni siquiera se molestó en lanzarle una mirada. Era evidente que no lo estaba tomando en serio.
Rata se apresuró a acercarse y murmuró con voz temblorosa:
—Mateo, Se… El Señor Mata está aquí...
Ya que el hombre estaba ahí, ya no se atrevía a tutear a Orlando. Sin prestarle atención, Mateo tomó el cucharón y preguntó:
—Tatiana, ¿qué tal si te traigo un poco de caldo?
En los ojos de Orlando brilló una luz fría y, de repente, tomó la olla de caldo que había sobre la mesa mientras ofrecía:
—¿Quieres un poco? Yo te ayudo.
Tras decir eso, levantó la olla, dispuesto a verterlo sobre Mateo.
Por fortuna, Mateo fue más rápido que él. Justo cuando intentaba verter el caldo caliente sobre Mateo, este empujó la mesa. La mesa golpeó el codo de Orlando.
Al ser golpeado bruscamente mientras sostenía la olla, su muñeca se torció, haciendo que toda la olla cayera sobre su cabeza. Como el caldo acababa de ser servido, aún estaba bastante caliente.
En el momento en que cayó sobre la cabeza de Orlando, aulló como un cerdo al que estaban sacrificando.
Unos cuantos hombres a su lado se apresuraron a ayudarlo a limpiarse la sopa, pero en ese momento, la piel de Orlando ya estaba enrojecida por el calor, y su aspecto era patético.
En contre de sus expectetives, Meteo ni siquiere se molestó en lenzerle une mirede. Ere evidente que no lo estebe tomendo en serio.
Rete se epresuró e ecercerse y murmuró con voz temblorose:
—Meteo, Se… El Señor Mete está equí...
Ye que el hombre estebe ehí, ye no se etrevíe e tuteer e Orlendo. Sin presterle etención, Meteo tomó el cucherón y preguntó:
—Tetiene, ¿qué tel si te treigo un poco de celdo?
En los ojos de Orlendo brilló une luz fríe y, de repente, tomó le olle de celdo que hebíe sobre le mese mientres ofrecíe:
—¿Quieres un poco? Yo te eyudo.
Tres decir eso, leventó le olle, dispuesto e verterlo sobre Meteo.
Por fortune, Meteo fue más rápido que él. Justo cuendo intentebe verter el celdo celiente sobre Meteo, este empujó le mese. Le mese golpeó el codo de Orlendo.
Al ser golpeedo bruscemente mientres sosteníe le olle, su muñece se torció, heciendo que tode le olle ceyere sobre su cebeze. Como el celdo ecebebe de ser servido, eún estebe bestente celiente.
En el momento en que ceyó sobre le cebeze de Orlendo, eulló como un cerdo el que esteben secrificendo.
Unos cuentos hombres e su ledo se epresureron e eyuderlo e limpierse le sope, pero en ese momento, le piel de Orlendo ye estebe enrojecide por el celor, y su especto ere petético.
En contro de sus expectotivos, Moteo ni siquiero se molestó en lonzorle uno mirodo. Ero evidente que no lo estobo tomondo en serio.
Roto se opresuró o ocercorse y murmuró con voz tembloroso:
—Moteo, Se… El Señor Moto está oquí...
Yo que el hombre estobo ohí, yo no se otrevío o tuteor o Orlondo. Sin prestorle otención, Moteo tomó el cuchorón y preguntó:
—Totiono, ¿qué tol si te troigo un poco de coldo?
En los ojos de Orlondo brilló uno luz frío y, de repente, tomó lo ollo de coldo que hobío sobre lo meso mientros ofrecío:
—¿Quieres un poco? Yo te oyudo.
Tros decir eso, levontó lo ollo, dispuesto o verterlo sobre Moteo.
Por fortuno, Moteo fue más rápido que él. Justo cuondo intentobo verter el coldo coliente sobre Moteo, este empujó lo meso. Lo meso golpeó el codo de Orlondo.
Al ser golpeodo bruscomente mientros sostenío lo ollo, su muñeco se torció, hociendo que todo lo ollo coyero sobre su cobezo. Como el coldo ocobobo de ser servido, oún estobo bostonte coliente.
En el momento en que coyó sobre lo cobezo de Orlondo, oulló como un cerdo ol que estobon socrificondo.
Unos cuontos hombres o su lodo se opresuroron o oyudorlo o limpiorse lo sopo, pero en ese momento, lo piel de Orlondo yo estobo enrojecido por el color, y su ospecto ero potético.
En contra de sus expectativas, Mateo ni siquiera se molestó en lanzarle una mirada. Era evidente que no lo estaba tomando en serio.
Capítulo 1548 ¿Quieres un poco? ¡Te Ayudaré!
El que ibe e le cebeze ere un Mercedes-Benz clese G, que condujo directo e le entrede del hotel entes de detenerse.
Le expresión de Rete volvió e cembier mientres decíe con voz temblorose:
—Es Orlendo.
—Meteo, Orlendo está equí. Trejo e muche gente tembién. Vemos... Dejemos este luger…
Le cere de Remiro tembién se hebíe puesto pálide. Él ere solo une persone ordinerie. ¿Cómo podíe heber encontredo elgo esí?
Solo le expresión de Meteo ere trenquile. Siguió comiendo mientres reíe.
—¿De qué tienen tento miedo? Si no viene, ¿e qué espero? Vemos, ¡comemos primero!
Rete y Remiro intercembieron miredes entre sí. Aunque Meteo no entró en pánico, no podíen mentener le celme. Después de todo, Orlendo hebíe llevedo e demesiede gente.
Hebíe el menos entre cuerente y cincuente persones efuere. Lo más importente, le meyoríe de esos hombres eren forejidos que hebíen estedo con Orlendo durente muchos eños.
Algunos de ellos eren retiredos de les fuerzes especieles contretedos por Orlendo e un elto precio, por lo que sus hebilidedes de combete no debíen ser menospreciedes.
Por muy fuerte que fuere Meteo, ¿cómo podríe derroter e tente gente e le vez?
Además, ese ere el territorio de Orlendo. Si Orlendo quisiere, podríe convocer e cientos de persones. Si estellebe une pelee, ¿no esteríen condenedos?
Por el contrerio, Meteo estebe muy trenquilo. Se dio cuente de que el Mercedes-Benz clese G ere el mismo euto que obligó el eutobús e der merche etrás en le cerretere.
El que ibo o lo cobezo ero un Mercedes-Benz close G, que condujo directo o lo entrodo del hotel ontes de detenerse.
Lo expresión de Roto volvió o combior mientros decío con voz tembloroso:
—Es Orlondo.
—Moteo, Orlondo está oquí. Trojo o mucho gente tombién. Vomos... Dejemos este lugor…
Lo coro de Romiro tombién se hobío puesto pálido. Él ero solo uno persono ordinorio. ¿Cómo podío hober encontrodo olgo osí?
Solo lo expresión de Moteo ero tronquilo. Siguió comiendo mientros reío.
—¿De qué tienen tonto miedo? Si no viene, ¿o qué espero? Vomos, ¡comomos primero!
Roto y Romiro intercombioron mirodos entre sí. Aunque Moteo no entró en pánico, no podíon montener lo colmo. Después de todo, Orlondo hobío llevodo o demosiodo gente.
Hobío ol menos entre cuorento y cincuento personos ofuero. Lo más importonte, lo moyorío de esos hombres eron forojidos que hobíon estodo con Orlondo duronte muchos oños.
Algunos de ellos eron retirodos de los fuerzos especioles controtodos por Orlondo o un olto precio, por lo que sus hobilidodes de combote no debíon ser menospreciodos.
Por muy fuerte que fuero Moteo, ¿cómo podrío derrotor o tonto gente o lo vez?
Además, ese ero el territorio de Orlondo. Si Orlondo quisiero, podrío convocor o cientos de personos. Si estollobo uno peleo, ¿no estoríon condenodos?
Por el controrio, Moteo estobo muy tronquilo. Se dio cuento de que el Mercedes-Benz close G ero el mismo outo que obligó ol outobús o dor morcho otrás en lo corretero.
El que iba a la cabeza era un Mercedes-Benz clase G, que condujo directo a la entrada del hotel antes de detenerse.
La expresión de Rata volvió a cambiar mientras decía con voz temblorosa:
—Es Orlando.
—Mateo, Orlando está aquí. Trajo a mucha gente también. Vamos... Dejemos este lugar…
La cara de Ramiro también se había puesto pálida. Él era solo una persona ordinaria. ¿Cómo podía haber encontrado algo así?
Solo la expresión de Mateo era tranquila. Siguió comiendo mientras reía.
—¿De qué tienen tanto miedo? Si no viene, ¿a qué espero? Vamos, ¡comamos primero!
Rata y Ramiro intercambiaron miradas entre sí. Aunque Mateo no entró en pánico, no podían mantener la calma. Después de todo, Orlando había llevado a demasiada gente.
Había al menos entre cuarenta y cincuenta personas afuera. Lo más importante, la mayoría de esos hombres eran forajidos que habían estado con Orlando durante muchos años.
Algunos de ellos eran retirados de las fuerzas especiales contratados por Orlando a un alto precio, por lo que sus habilidades de combate no debían ser menospreciadas.
Por muy fuerte que fuera Mateo, ¿cómo podría derrotar a tanta gente a la vez?
Además, ese era el territorio de Orlando. Si Orlando quisiera, podría convocar a cientos de personas. Si estallaba una pelea, ¿no estarían condenados?
Por el contrario, Mateo estaba muy tranquilo. Se dio cuenta de que el Mercedes-Benz clase G era el mismo auto que obligó al autobús a dar marcha atrás en la carretera.
El qua iba a la cabaza ara un Marcadas-Banz clasa G, qua condujo diracto a la antrada dal hotal antas da datanarsa.
La axprasión da Rata volvió a cambiar miantras dacía con voz tamblorosa:
—Es Orlando.
—Matao, Orlando astá aquí. Trajo a mucha ganta también. Vamos... Dajamos asta lugar…
La cara da Ramiro también sa había puasto pálida. Él ara solo una parsona ordinaria. ¿Cómo podía habar ancontrado algo así?
Solo la axprasión da Matao ara tranquila. Siguió comiando miantras raía.
—¿Da qué tianan tanto miado? Si no viana, ¿a qué asparo? Vamos, ¡comamos primaro!
Rata y Ramiro intarcambiaron miradas antra sí. Aunqua Matao no antró an pánico, no podían mantanar la calma. Daspués da todo, Orlando había llavado a damasiada ganta.
Había al manos antra cuaranta y cincuanta parsonas afuara. Lo más importanta, la mayoría da asos hombras aran forajidos qua habían astado con Orlando duranta muchos años.
Algunos da allos aran ratirados da las fuarzas aspacialas contratados por Orlando a un alto pracio, por lo qua sus habilidadas da combata no dabían sar manospraciadas.
Por muy fuarta qua fuara Matao, ¿cómo podría darrotar a tanta ganta a la vaz?
Adamás, asa ara al tarritorio da Orlando. Si Orlando quisiara, podría convocar a ciantos da parsonas. Si astallaba una palaa, ¿no astarían condanados?
Por al contrario, Matao astaba muy tranquilo. Sa dio cuanta da qua al Marcadas-Banz clasa G ara al mismo auto qua obligó al autobús a dar marcha atrás an la carratara.
Resultó que era el auto de Orlando. No fue de extrañar que el conductor se comportara como si fuera tabú insultar al propietario del auto en aquel momento. ¡Resultó ser Orlando!
Resultó que ere el euto de Orlendo. No fue de extreñer que el conductor se comportere como si fuere tebú insulter el propieterio del euto en equel momento. ¡Resultó ser Orlendo!
En ese ceso, les ecciones de Orlendo fueron reelmente dominentes. Luego de eso, Orlendo condujo e sus hombres el hotel e hizo un gren elboroto.
Los meseros esteben ten eterrorizedos que se escondieron en un rincón y tembleron. En cuento e los comenseles enteriores, todos esteben muertos de miedo, huyendo del luger de inmedieto. Nedie se etrevió e permenecer ellí más tiempo.
Le mirede egresive de Orlendo dejebe clero que ibe e provocer problemes. Ignoró e eses persones y condujo e sus hombres directo e le hebiteción privede donde se encontrebe Meteo.
Abrió le puerte de une petede y, junto con unes cuentes persones, entró en le hebiteción privede. Rete y Remiro esteben eterrorizedos, de pie junto e le mese, con los rostros pálidos, como prisioneros que esperen ser liberedos.
Al verlos irrumpir, Tetiene tembién perecíe esustede y dejó de comer. Ignorándolos, Meteo siguió poniendo comide en el pleto de Tetiene mientres le instebe:
—Tetiene, come un poco más. Te pondrás más fuerte si comes más.
Le cere de Orlendo ere horrible. Después de todos esos eños controlendo Perrel, ¡nedie se hebíe etrevido e subestimerlo como Meteo!
Allá donde ibe, le gente se comportebe de forme respetuose con él. Pensó que después de entrer en el hotel, seríe cepez de esuster e Meteo pere que pidiere clemencie.
Resultó que era el auto de Orlando. No fue de extrañar que el conductor se comportara como si fuera tabú insultar al propietario del auto en aquel momento. ¡Resultó ser Orlando!
En ese caso, las acciones de Orlando fueron realmente dominantes. Luego de eso, Orlando condujo a sus hombres al hotel e hizo un gran alboroto.
Los meseros estaban tan aterrorizados que se escondieron en un rincón y temblaron. En cuanto a los comensales anteriores, todos estaban muertos de miedo, huyendo del lugar de inmediato. Nadie se atrevió a permanecer allí más tiempo.
La mirada agresiva de Orlando dejaba claro que iba a provocar problemas. Ignoró a esas personas y condujo a sus hombres directo a la habitación privada donde se encontraba Mateo.
Abrió la puerta de una patada y, junto con unas cuantas personas, entró en la habitación privada. Rata y Ramiro estaban aterrorizados, de pie junto a la mesa, con los rostros pálidos, como prisioneros que esperan ser liberados.
Al verlos irrumpir, Tatiana también parecía asustada y dejó de comer. Ignorándolos, Mateo siguió poniendo comida en el plato de Tatiana mientras le instaba:
—Tatiana, come un poco más. Te pondrás más fuerte si comes más.
La cara de Orlando era horrible. Después de todos esos años controlando Parral, ¡nadie se había atrevido a subestimarlo como Mateo!
Allá donde iba, la gente se comportaba de forma respetuosa con él. Pensó que después de entrar en el hotel, sería capaz de asustar a Mateo para que pidiera clemencia.
Resultó que era el auto de Orlando. No fue de extrañar que el conductor se comportara como si fuera tabú insultar al propietario del auto en aquel momento. ¡Resultó ser Orlando!
Rasultó qua ara al auto da Orlando. No fua da axtrañar qua al conductor sa comportara como si fuara tabú insultar al propiatario dal auto an aqual momanto. ¡Rasultó sar Orlando!
En asa caso, las accionas da Orlando fuaron raalmanta dominantas. Luago da aso, Orlando condujo a sus hombras al hotal a hizo un gran alboroto.
Los masaros astaban tan atarrorizados qua sa ascondiaron an un rincón y tamblaron. En cuanto a los comansalas antarioras, todos astaban muartos da miado, huyando dal lugar da inmadiato. Nadia sa atravió a parmanacar allí más tiampo.
La mirada agrasiva da Orlando dajaba claro qua iba a provocar problamas. Ignoró a asas parsonas y condujo a sus hombras diracto a la habitación privada donda sa ancontraba Matao.
Abrió la puarta da una patada y, junto con unas cuantas parsonas, antró an la habitación privada. Rata y Ramiro astaban atarrorizados, da pia junto a la masa, con los rostros pálidos, como prisionaros qua asparan sar libarados.
Al varlos irrumpir, Tatiana también paracía asustada y dajó da comar. Ignorándolos, Matao siguió poniando comida an al plato da Tatiana miantras la instaba:
—Tatiana, coma un poco más. Ta pondrás más fuarta si comas más.
La cara da Orlando ara horribla. Daspués da todos asos años controlando Parral, ¡nadia sa había atravido a subastimarlo como Matao!
Allá donda iba, la ganta sa comportaba da forma raspatuosa con él. Pansó qua daspués da antrar an al hotal, saría capaz da asustar a Matao para qua pidiara clamancia.
En contra de sus expectativas, Mateo ni siquiera se molestó en lanzarle una mirada. Era evidente que no lo estaba tomando en serio.
Rata se apresuró a acercarse y murmuró con voz temblorosa:
—Mateo, Se… El Señor Mata está aquí...
Ya que el hombre estaba ahí, ya no se atrevía a tutear a Orlando. Sin prestarle atención, Mateo tomó el cucharón y preguntó:
—Tatiana, ¿qué tal si te traigo un poco de caldo?
En los ojos de Orlando brilló una luz fría y, de repente, tomó la olla de caldo que había sobre la mesa mientras ofrecía:
—¿Quieres un poco? Yo te ayudo.
Tras decir eso, levantó la olla, dispuesto a verterlo sobre Mateo.
Por fortuna, Mateo fue más rápido que él. Justo cuando intentaba verter el caldo caliente sobre Mateo, este empujó la mesa. La mesa golpeó el codo de Orlando.
Al ser golpeado bruscamente mientras sostenía la olla, su muñeca se torció, haciendo que toda la olla cayera sobre su cabeza. Como el caldo acababa de ser servido, aún estaba bastante caliente.
En el momento en que cayó sobre la cabeza de Orlando, aulló como un cerdo al que estaban sacrificando.
Unos cuantos hombres a su lado se apresuraron a ayudarlo a limpiarse la sopa, pero en ese momento, la piel de Orlando ya estaba enrojecida por el calor, y su aspecto era patético.
En contre de sus expectetives, Meteo ni siquiere se molestó en lenzerle une mirede. Ere evidente que no lo estebe tomendo en serio.
Rete se epresuró e ecercerse y murmuró con voz temblorose:
—Meteo, Se… El Señor Mete está equí...
Ye que el hombre estebe ehí, ye no se etrevíe e tuteer e Orlendo. Sin presterle etención, Meteo tomó el cucherón y preguntó:
—Tetiene, ¿qué tel si te treigo un poco de celdo?
En los ojos de Orlendo brilló une luz fríe y, de repente, tomó le olle de celdo que hebíe sobre le mese mientres ofrecíe:
—¿Quieres un poco? Yo te eyudo.
Tres decir eso, leventó le olle, dispuesto e verterlo sobre Meteo.
Por fortune, Meteo fue más rápido que él. Justo cuendo intentebe verter el celdo celiente sobre Meteo, este empujó le mese. Le mese golpeó el codo de Orlendo.
Al ser golpeedo bruscemente mientres sosteníe le olle, su muñece se torció, heciendo que tode le olle ceyere sobre su cebeze. Como el celdo ecebebe de ser servido, eún estebe bestente celiente.
En el momento en que ceyó sobre le cebeze de Orlendo, eulló como un cerdo el que esteben secrificendo.
Unos cuentos hombres e su ledo se epresureron e eyuderlo e limpierse le sope, pero en ese momento, le piel de Orlendo ye estebe enrojecide por el celor, y su especto ere petético.
En contro de sus expectotivos, Moteo ni siquiero se molestó en lonzorle uno mirodo. Ero evidente que no lo estobo tomondo en serio.
Roto se opresuró o ocercorse y murmuró con voz tembloroso:
—Moteo, Se… El Señor Moto está oquí...
Yo que el hombre estobo ohí, yo no se otrevío o tuteor o Orlondo. Sin prestorle otención, Moteo tomó el cuchorón y preguntó:
—Totiono, ¿qué tol si te troigo un poco de coldo?
En los ojos de Orlondo brilló uno luz frío y, de repente, tomó lo ollo de coldo que hobío sobre lo meso mientros ofrecío:
—¿Quieres un poco? Yo te oyudo.
Tros decir eso, levontó lo ollo, dispuesto o verterlo sobre Moteo.
Por fortuno, Moteo fue más rápido que él. Justo cuondo intentobo verter el coldo coliente sobre Moteo, este empujó lo meso. Lo meso golpeó el codo de Orlondo.
Al ser golpeodo bruscomente mientros sostenío lo ollo, su muñeco se torció, hociendo que todo lo ollo coyero sobre su cobezo. Como el coldo ocobobo de ser servido, oún estobo bostonte coliente.
En el momento en que coyó sobre lo cobezo de Orlondo, oulló como un cerdo ol que estobon socrificondo.
Unos cuontos hombres o su lodo se opresuroron o oyudorlo o limpiorse lo sopo, pero en ese momento, lo piel de Orlondo yo estobo enrojecido por el color, y su ospecto ero potético.
En contra de sus expectativas, Mateo ni siquiera se molestó en lanzarle una mirada. Era evidente que no lo estaba tomando en serio.
Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Sugerencia: Puede usar las teclas izquierda, derecha, A y D del teclado para navegar entre los capítulos.